Nacemos con la capacidad de sentir miedo. Es una emoción, una sensación tan importante como necesaria que nos va a permitir que se desencadenen nuestros mecanismos de ansiedad, y por tanto, reaccionar de manera prácticamente automática ante determinadas adversidades o estímulos percibidos como peligrosos, hacia un@ mism@ o hacia otra persona cercana.
Es por lo tanto un mecanismo de supervivencia que todo ser vivo inteligente posee. La ansiedad
es un sistema de alerta y activación ante situaciones consideradas
amenazantes.Es un fenómeno que se da en todas las personas y que, bajo
condiciones normales, mejora el rendimiento y la adaptación al medio
social, laboral, o académico. Tiene la importante función de
movilizarnos frente a circunstancias amenazantes o preocupantes, de
forma que hagamos lo necesario para evitar el riesgo, neutralizarlo,
asumirlo o afrontarlo adecuadamente.
Siempre hemos oído que una madre, ante la inminencia de que un coche pudiera atropellar a su hijo, sería capaz de levantarlo con sus propias manos... nos puede parecer exagerada la comparación, pero en realidad no lo es tanto. Es probable que tod@s hayamos tenido algún tipo de respuesta de este tipo a lo largo de toda nuestra vida, aunque no necesariamente podamos haber sido conscientes que eso que ejecutamos, no podríamos haberlo realizado sin ese mecanismo de ansiedad innato.
Personalmente recuerdo una vez en la que Álex aún era un bebé de 18 meses y se hallaba detrás de mí en la cocina, observando cómo su madre intentaba hacer funcionar la lavadora nueva. No había manera de que el aparato tomara el agua, pero sí se oía como "aspiraba". Cuando por fin empezó a tomar agua, me imagino que al estar en vacío, el agua empezó a desbordar, hasta que al abrir la puerta del bombo, salió un chorro enorme, y con una fuerza tal que me hizo muchísimo daño en las rodillas.
Álex estaba justo detrás de mí, así que me di la vuelta, lo cogí en brazos y lo llevé rápidamente a la sala. Cogí un montón de toallas y empecé a repartirlas por toda la cocina, hasta que fui consciente de que mi niño tenía que estar empapado el pobre. Pero no fue así. Cuando entré en la sala a por él, estaba completamente seco. Ni una pizca de agua le había tocado. Y esto solo pudo ser posible gracias a que de manera tan sumamente inmediata se desencadenó en mi organismo ese mecanismo de reacción que hizo que en milésimas de segundo (no pudo ser más tiempo) cogiera a mi niño en brazos para evitar que ese tremendo chorro le hubiese tumbado.
Y es que tendemos a utilizar la palabra "ansiedad" para definir un estado patológico que nos paraliza e incluso incapacita para desenvolvernos adecuadamente en la vida... y de hecho, así puede llegar a ser si estas sensaciones ante estímulos amenazantes nos sobrepasan y no aprendemos constructivamente de ellas. Pero la ansiedad en sí, no es una patología. No es una enfermedad, sino insisto: es un mecanismo de supervivencia.
No permitamos, por tanto, que el miedo nos paralice. Cuando tenemos a nuestr@ hij@ en la escuela y a pesar de que llevamos tiempo luchando por sus derechos, sea por una condición de alta capacidad, o sea por cualquier otro motivo, no elijamos no hacer nada por "miedo a las acciones que en el colegio puedan desarrollar sobre él/ella". Si vamos por el camino legal y en defensa de sus derechos, no puede haber repercusión posible. De hecho, si nos paramos a pensar, es probable que alguna repercusión ya esté padeciendo (como la de la colocación de ciertas "etiquetas"), y esa persona se merece que reaccionemos, que sepamos aprovechar este mecanismo de supervivencia que nos ha dotado la naturaleza.
El miedo no puede paralizarnos, tiene que hacernos reaccionar, porque en realidad, no estamos sol@s. Somos much@s.
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