Muchas han sido las ocasiones en las que manifiesto mi opinión acerca de lo mucho que podemos aprender de nuestr@s hij@s, tengan o no altas capacidades. No sólo en cuanto a sentimientos que afloran y que no teníamos ni idea de que estaban ahí, sino también en cuanto a otro tipo de conocimientos o maneras de ver el mundo.
Muchas cosas adquieren un significado diferente... muchas "necesidades" personales ceden el paso a lo realmente importante. Y sabemos que necesidades ha de ir entrecomillado, pues de repente nos percatamos de hasta qué punto "eso" a lo que dábamos tanta importancia, finalmente sólo la tiene relativamente una vez que a nuestra vida llegan ELL@S.
Y en el caso concreto de las altas capacidades, pienso que tienen además una característica que está por encima de todas las que en los manuales se puedan encontrar, que no es otra que la de dejarnos a padres y madres boquiabiert@s ante determinadas situaciones... seguro que me entendéis.
El título de esta entrada es un pequeño homenaje personal que me apetece hacer a uno de mis niños, concretamente y en esta ocasión, al mayor (de 5 años) .
Su relación con el dibujo a lo largo de su corta vida es muy estrecha, aunque eso sí, a su manera... o lo que es lo mismo, siguiendo un modelo más bien "abstracto" :-)
Hace unos días, me mostró el dibujo de esta foto.
Yo, por supuesto, como la gran mayoría de las madres lo primero que dije fue: "¡anda, qué bonito!"; para añadir a continuación "¿y qué es?"
Me gustó su respuesta.
Me dijo: "ese de ahí abajo soy yo, y los otros son otras personas. Estamos soñando lo mismo: que el mundo está al revés".
Yo le dije: "¡claro!... esa es la Tierra, ¿verdad?", a lo que él me respondió: "fíjate... está al revés, así sería un mundo mejor".