Dicen que pronto dejamos de ser niñ@s. Que perdemos la inocencia infantil y eso hace que nos desencantemos de la vida. Pero pienso que no es exactamente así: más bien nos educan para no reconocer que tod@s y cada un@ de nosotr@s en realidad siempre llevaremos es@ niñ@ dentro, aunque nos empeñemos en no dejarle salir... no vaya a ser que volvamos a ver la vida con otros ojos.
Y es que cuando se llega a la vida adulta, que te llamen "niñ@" o que tilden tu comportamiento de "infantil", puede llegar a ser considerado incluso como un insulto... curioso y paradójico. Como también lo es que quizá no podamos escapar de esa sensación que podamos tener ocasionalmente de que la magia existe. Ayer mismo lo hablábamos en la radio mi compañero Santi y yo: "no creemos en las meigas.... ¡pero es que haberlas, haylas!".... ¿y si las creencias y los comportamientos supersticiosos estuviesen sustentados por es@ niñ@ interior que de vez en cuando desea salir a flote? Eso daría explicación a que aunque sepamos que hemos cerrado el coche, necesitemos realizar todo un ritual de comprobación de puertas cerradas, o que no salgamos a gusto de casa sin haber revisado (sólo una vez más) si hemos cerrado la llave del gas, o que Raúl, aun en el Schalke 04, siga besando su anillo cada vez que marca un gol... y es que hay ciertos comportamientos que aunque son irracionales (y lo sabemos), nos aportan seguridad en el día a día.
El porqué de las creencias supersticiosas
Entendemos por superstición aquella creencia de que un determinado fenómeno o situación tiene una explicación mística, mágica o simplemente asumida socialmente por una cultura o religión, sin que exista evidencia científica alguna. En numerosas ocasiones tendemos a confundir la superstición con la sabiduría, cuando la primera tiene que ver con ciertas atribuciones mágicas (incluyendo así a las llamadas pseudo-ciencias: astrología, alquimia, parapsicología,...) y la segunda, se basa en hechos empíricos y "corroborables". Y esta confusión (quizá por ignorancia del tema) es la que frecuentemente puede llevar a seguir manteniendo numerosos prejuicios y se defiendan como hechos válidos, aunque se pueda demostrar su falacia... como cuando alguien de otra provincia intenta explicarme a mí cómo somos los asturianos, o un hombre se jacta de explicarnos a las mujeres "qué es lo que a nosotras nos gusta", o una persona ajena al tema de las altas capacidades intelectuales nos adoctrina acerca de los problemas que ello conlleva, con el consiguiente vaticinio de fracaso escolar y social.... el prejuicio es fuerte socialmente, a veces incluso, más que la razón.
Volviendo al tema de las supersticiones, lo cierto es que necesitamos encontrar un motivo a las cosas que acontecen, bien sea personalmente o a nuestro alrededor. Nos cuesta una barbaridad entender el concepto de "azar" en nuestras vidas, entendido como aquello que se escapa de nuestro control o del control de cualquier persona (o ente) externa. Y que hay determinados acontecimientos en la vida que si aparecen juntos en varias ocasiones es por una cuestión de CASUALIDAD, no de CAUSALIDAD... es decir: el azar ha hecho que en varias ocasiones, por ejemplo, en el mes de marzo hayan nacido varias personas con talento musical, o haberse puesto un pantalón rojo el día que has conocido a una persona maravillosa, o llevar una medalla y sacar buena nota en los exámenes... pero una cosa no es la causa de la otra. La causa real no es tan superficial.
El profesor Hood, de la Universidad de Bristol, sostiene la hipótesis de que nuestro cerebro inteligente nos predispone hacia este tipo de creencias mágicas, que hace por tanto que tendamos hacia el mantenimiento de ciertas supersticiones. Así, tomó un grupo de personas (entre ellas, había bastantes que se autodefinían como no-supersticiosas o escépticas con el tema) y propuso levantar la mano a toda aquella que estuviese interesada en ponerse una chaqueta de un color determinado, cuyo bolsillo contenía 10 libras. Lógicamente, más que contar cuántas levantaron la mano, hubiese resultado más sencillo centrarse en las que no lo hicieron. Pero cuando añadió un segundo dato (inventado por él), con la misma velocidad que levantaron la mano, la mayoría fueron bajándola: les dijo que esa chaqueta había pertenecido a un conocido asesino en serie... ¿seguimos creyendo en el mal fario que pueden dar los objetos inanimados?
Quizás, si juntamos dos cuestiones básicas en la especie humana, se crea un maravilloso caldo de cultivo para la generación de supersticiones:
1- Necesidad de encontrar una causa o motivo a todo aquello que acontece y nos rodea. Nos da mayor sensación de control ante lo incontrolable (como lo es el futuro, por ejemplo). Nos cuesta discernir que el concepto de "posibilidad" es sustancialmente distinto al de "probabilidad", de tal forma que determinadas cosas "imposibles", tendemos a percibirlas como "improbables" (y por lo tanto, "posibles").
2- Atribuímos significados a objetos inanimados (e incluso también a personas) en función de la importancia subjetiva que le vayamos a dar. De esta forma, creamos símbolos a los cuales dotamos de significado independiente de su uso real. Así, si perdiéramos la alianza de matrimonio, aunque nos hiciéramos con otra exactamente igual (mismo peso, mismo tamaño, mismos quilates, misma inscripción...), para nosotr@s, nunca significaría lo mismo.
Y en estas fechas, se ha establecido un ritual en nuestra cultura, como es el de desear "Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo" a toda aquella persona que se cruce en nuestro camino, no vaya a ser que si nadie te lo desea, no se cumpla... a veces llega febrero y cada persona nueva que nos vamos encontrando le deseamos ese ¡¡FELIZ AÑO!! de rigor... y yo no voy a ser menos ¡¡FELIZ AÑO 2012!! ...por si acaso... :-)
Y es que cuando se llega a la vida adulta, que te llamen "niñ@" o que tilden tu comportamiento de "infantil", puede llegar a ser considerado incluso como un insulto... curioso y paradójico. Como también lo es que quizá no podamos escapar de esa sensación que podamos tener ocasionalmente de que la magia existe. Ayer mismo lo hablábamos en la radio mi compañero Santi y yo: "no creemos en las meigas.... ¡pero es que haberlas, haylas!".... ¿y si las creencias y los comportamientos supersticiosos estuviesen sustentados por es@ niñ@ interior que de vez en cuando desea salir a flote? Eso daría explicación a que aunque sepamos que hemos cerrado el coche, necesitemos realizar todo un ritual de comprobación de puertas cerradas, o que no salgamos a gusto de casa sin haber revisado (sólo una vez más) si hemos cerrado la llave del gas, o que Raúl, aun en el Schalke 04, siga besando su anillo cada vez que marca un gol... y es que hay ciertos comportamientos que aunque son irracionales (y lo sabemos), nos aportan seguridad en el día a día.
El porqué de las creencias supersticiosas
Entendemos por superstición aquella creencia de que un determinado fenómeno o situación tiene una explicación mística, mágica o simplemente asumida socialmente por una cultura o religión, sin que exista evidencia científica alguna. En numerosas ocasiones tendemos a confundir la superstición con la sabiduría, cuando la primera tiene que ver con ciertas atribuciones mágicas (incluyendo así a las llamadas pseudo-ciencias: astrología, alquimia, parapsicología,...) y la segunda, se basa en hechos empíricos y "corroborables". Y esta confusión (quizá por ignorancia del tema) es la que frecuentemente puede llevar a seguir manteniendo numerosos prejuicios y se defiendan como hechos válidos, aunque se pueda demostrar su falacia... como cuando alguien de otra provincia intenta explicarme a mí cómo somos los asturianos, o un hombre se jacta de explicarnos a las mujeres "qué es lo que a nosotras nos gusta", o una persona ajena al tema de las altas capacidades intelectuales nos adoctrina acerca de los problemas que ello conlleva, con el consiguiente vaticinio de fracaso escolar y social.... el prejuicio es fuerte socialmente, a veces incluso, más que la razón.
Volviendo al tema de las supersticiones, lo cierto es que necesitamos encontrar un motivo a las cosas que acontecen, bien sea personalmente o a nuestro alrededor. Nos cuesta una barbaridad entender el concepto de "azar" en nuestras vidas, entendido como aquello que se escapa de nuestro control o del control de cualquier persona (o ente) externa. Y que hay determinados acontecimientos en la vida que si aparecen juntos en varias ocasiones es por una cuestión de CASUALIDAD, no de CAUSALIDAD... es decir: el azar ha hecho que en varias ocasiones, por ejemplo, en el mes de marzo hayan nacido varias personas con talento musical, o haberse puesto un pantalón rojo el día que has conocido a una persona maravillosa, o llevar una medalla y sacar buena nota en los exámenes... pero una cosa no es la causa de la otra. La causa real no es tan superficial.
El profesor Hood, de la Universidad de Bristol, sostiene la hipótesis de que nuestro cerebro inteligente nos predispone hacia este tipo de creencias mágicas, que hace por tanto que tendamos hacia el mantenimiento de ciertas supersticiones. Así, tomó un grupo de personas (entre ellas, había bastantes que se autodefinían como no-supersticiosas o escépticas con el tema) y propuso levantar la mano a toda aquella que estuviese interesada en ponerse una chaqueta de un color determinado, cuyo bolsillo contenía 10 libras. Lógicamente, más que contar cuántas levantaron la mano, hubiese resultado más sencillo centrarse en las que no lo hicieron. Pero cuando añadió un segundo dato (inventado por él), con la misma velocidad que levantaron la mano, la mayoría fueron bajándola: les dijo que esa chaqueta había pertenecido a un conocido asesino en serie... ¿seguimos creyendo en el mal fario que pueden dar los objetos inanimados?
Quizás, si juntamos dos cuestiones básicas en la especie humana, se crea un maravilloso caldo de cultivo para la generación de supersticiones:
1- Necesidad de encontrar una causa o motivo a todo aquello que acontece y nos rodea. Nos da mayor sensación de control ante lo incontrolable (como lo es el futuro, por ejemplo). Nos cuesta discernir que el concepto de "posibilidad" es sustancialmente distinto al de "probabilidad", de tal forma que determinadas cosas "imposibles", tendemos a percibirlas como "improbables" (y por lo tanto, "posibles").
2- Atribuímos significados a objetos inanimados (e incluso también a personas) en función de la importancia subjetiva que le vayamos a dar. De esta forma, creamos símbolos a los cuales dotamos de significado independiente de su uso real. Así, si perdiéramos la alianza de matrimonio, aunque nos hiciéramos con otra exactamente igual (mismo peso, mismo tamaño, mismos quilates, misma inscripción...), para nosotr@s, nunca significaría lo mismo.
Y en estas fechas, se ha establecido un ritual en nuestra cultura, como es el de desear "Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo" a toda aquella persona que se cruce en nuestro camino, no vaya a ser que si nadie te lo desea, no se cumpla... a veces llega febrero y cada persona nueva que nos vamos encontrando le deseamos ese ¡¡FELIZ AÑO!! de rigor... y yo no voy a ser menos ¡¡FELIZ AÑO 2012!! ...por si acaso... :-)
Muy interesante tu entrada Sonia sobre las supersticiones. Pasa igual que con la religión, donde el hombre necesita por naturaleza creer en algo, y le es más fácil creer que algo existe, que en pararse a pensar que son cuestiones del azar. Un saludo y Feliz Año!
ResponderEliminar¡Qué bueno, Dani!
ResponderEliminarEste fue el programa emitido ayer en directo... y el tema de la religión también acabó saliendo. De hecho hablamos acerca de que bastantes ateos convencidos, ante determinadas circunstancias extremas (como la cercanía de la muerte, por ejemplo), de repente, piden la extrema unción o se ponen a rezar.
Este argumento es utilizado por muchos creyentes para determinar que "en el fondo, todos somos creyentes".... cuando la realidad va más en el sentido supersticioso... una especie de "por si acaso" que maneja nuestro cerebro.
...y resulta curioso como desde la propia iglesia se ha intentado desmarcar de la superstición, alegando que toda creencia supersticiosa es pagana y en conclusión hay que alejarse de ella por pecaminosa.
ResponderEliminarEl propio Agustín de Hipona (o San Agustín, para los amigos) hablaba de la superstición como pagana y demoníaca... curioso... si la propia religión en sí misma ya cumple todos los requisitos para ser considerada superchería.