“Todo el mundo está interesado en las diferencias entre sexos y tiene prejuicios cognitivos que, aunque inconscientes, ejercen una influencia poderosa”
Melissa Hines
Que somos diferentes es obvio, y eso no es en absoluto problemático. Que una persona se oculte o llegue incluso a rechazarse a sí misma porque piense que “no es dign@ representante de su género” (que no sexo), es un problema. Y es serio. Mucho más de lo que tendemos a pensar cuando hablamos de este asunto.
Melissa Hines
Que somos diferentes es obvio, y eso no es en absoluto problemático. Que una persona se oculte o llegue incluso a rechazarse a sí misma porque piense que “no es dign@ representante de su género” (que no sexo), es un problema. Y es serio. Mucho más de lo que tendemos a pensar cuando hablamos de este asunto.
Un asunto obviamente preocupante es
la forma en la que somos conscientes de la dificultad de la detección de
la alta capacidad intelectual en las niñas con respecto a los niños de su mismo
grupo de edad cronológica. La detección precoz, por lo tanto, es aún más
urgente cuando estamos ante niñas con altas capacidades.
Hay una mayor probabilidad de que
se oculte. ¿Y cuál es el problema? podría alguien preguntarse. No sólo que
haya un potencial que se oculte para que se incremente la probabilidad de ser
aceptada socialmente, sino por la forma en la que repercute sobre el
desarrollo posterior de esa niña. Hay unas inquietudes intelectuales, que se
tienden a traducir en necesidades, que van a persistir a lo largo de toda
su vida.
Y es que, en palabras de Pilar
Domínguez (profesora de Psicología Educativa y de Educación de la
UCM), “Se obliga a las niñas a elegir entre ‘feminidad’ y
‘superdotación’ que es como ‘tener que elegir si amputar su mano derecha o
la izquierda“.
Centremos nuestro interés
como profesionales y como familias, por tanto, en no permitir que se sigan
estableciendo prejuicios que dificulten enormente la detección de la alta
capacidad femenina, en lugar de continuar con la línea de intento de explicación
de “diferencias a nivel cerebral”. Dejemos de perpetrar con juicios
androcéntricos y especialmente, olvidémonos de una vez por todas de continuar
manteniendo ideas que NO han sido corroboradas adecuadamente a través del
método científico. Frenemos los estereotipos de género y trabajemos para frenar
desigualdades a este respecto.
Extracto del libro Tercera
serie de 400 pequeñas dosis de ciencia / responsables del contenido René
Drucker Colín … [et al]. -México : UNAM, Dirección General de Divulgación de la
Ciencia: RaRaRa Editores, 2011.
Mucho se ha hablado sobre las
diferencias entre el cerebro del hombre y el de la mujer. Se ha dicho que los
hombres tienen habilidades matemáticas y espaciales superiores a las de las
mujeres, y que éstas superan al hombre cuando se trata de expresarse
verbalmente. El hombre tiende a ser más violento mientras que las mujeres
poseen una sensibilidad mayor para captar las emociones que expresan las
otras personas.
Aunque lo anterior es cierto, hoy
se ha visto que muchas de esas diferencias son aprendidas, mientras que pocas
de ellas son innatas. La plasticidad cerebral permite que los intereses, las
predilecciones y las tendencias sean inducidas por los padres, los maestros y
la cultura en general.
Más o menos a los dos años un
bebé se identifica como niño o niña. Esto los impulsa a inclinarse
hacia las costumbres que han sido asignadas para cada sexo.
Hoy, que las niñas practican
deporte al parejo que los niños, y que tienen acceso a juguetes mecánicos y
videojuegos que antes sólo jugaban los niños, su aptitud espacial
está casi a la par con la de los niños. El acceso a universidades ha generado
muchas mujeres con gran aptitud matemática, en cambio, no se ha aumentado el
número de hombres que busquen la literatura o el arte como profesión.
Sin embargo, la tendencia a correr
riesgos es mayor en hombres que en mujeres. La agresividad y la violencia son
innatas en los hombres debido a los altos niveles de testosterona que recibe el
cerebro en la etapa intrauterina.
¿REALMENTE SE
PUEDE EVIDENCIAR LA DIFERENCIA CEREBRAL ENTRE SEXOS EN FUNCIÓN DE LAS
INVESTIGACIONES EXISTENTES?
Para entender en profundidad el
tema que a continuación voy a proponer, quisiera que en primera instancia
nos remitiésemos a la propia definición de “ciencia”: Rama del saber
humano constituida por el conjunto de conocimientos objetivos y
verificables sobre una materia determinada que son obtenidos mediante
la observación y la experimentación, la explicación de sus principios y causas
y la formulación y verificación de hipótesis y se caracteriza, además, por la
utilización de una metodología adecuada para el objeto de estudio y la
sistematización de los conocimientos.
Fte |
La ciencia nos permite un acceso
veraz al conocimiento. Nos insta a la aplicación de experimentación una vez
observado un fenómeno, de tal forma que podamos llegar a acceder a sus posibles
causas explicativas. Pero para ello, hay que llevar a cabo dicho trabajo
desde una perspectiva seria y rigurosa, o lo que es lo mismo:
1. Formular las hipótesis de
partida adecuadas, en función de lo objetivamente observado y considerando
estudios previos realizados al respecto desde otras investigaciones llevadas a
cabo desde disciplinas diferentes a la nuestra, aunque siempre complementarias.
2. Partir de la base de un intento
de manejo de todas aquellas variables que puedan estar resultando
influyentes en el fenómeno en cuestión.
3. Ser consciente de las
limitaciones que todo proceso científico de verificación/falsación de hipótesis
puede poseer, como por ejemplo, la imposibilidad de manejar ciertas
variables por cuestiones éticas.
Entrando más en materia en lo
referente al tema que deseo tocar en este artículo ¿A qué me estoy refiriendo
con estos puntos?
1. Las hipótesis de partida no deberían
poseer ningún tipo de sesgo cultural. Es decir, debemos ser conscientes de que
lo que podemos estar observando en el comportamiento y/o actitud de una mujer
con respecto a un hombre, puede tratarse más bien de cuestiones puramente
culturales, no tanto biológicas. Para ello, a parte de lo que observemos en
nuestro entorno, también hemos de considerar los numerosos estudios
antropológicos que nos vienen a evidenciar que NO EN TODAS LAS CULTURAS SE
PRODUCE LA MISMA DIFERENCIA ENTRE GÉNEROS.
2. Las variables en cuestión de
género que debemos manejar si deseamos intentar corroborar un posible
funcionamiento cerebral diferencial han de ser, efectivamente, de tipo
biológico (utilizando técnicas y marcadores específicos en función de la
estimulación, por ejemplo). Pero también han de ser variables más de tipo
cultural, relacionadas ambiente de crianza, posibilidad de acceso a la
educación en igualdad de condiciones, dinámica familiar, etc.
3. Para que un estudio que pretenda
explicar las diferencias entre sexos aludiendo a una posible causa biológica
(nivel cerebral), han de contemplarse una serie de variables que por su
dificultad a la hora de su manejo, probablemente no estemos considerando. Es
decir, que para llegar a la conclusión de que el cerebro de un hombre y el de
una mujer procesa de manera diferente, han de incluirse en el estudio:
*** Mujeres y hombres de otras
culturas diferentes en las cuales, la asunción rol de género no es el mismo que
en la nuestra (véase el trabajo llevado a cabo por Margaret Mead). Sólo si comprobamos que el cerebro de
una mujer de Samoa posee un funcionamiento similar a una de España, o de EE.UU.
podemos llegar a establecer una conclusión más certera donde podamos poseer
mayor seguridad de que tal diferencia con respecto al cerebro masculino no es
debida a causas culturales o ambientales.
*** Que las personas utilizadas
para tal estudio, sean neonatas, es decir, bebés recién nacidos, que no han
recibido influencia alguna por parte de patrones educativos. Sabemos que existe
diferencia incluso en la forma en la que nos dirigimos, hablamos e incluso
cogemos en brazos, a bebés niño o a bebés niña. Hay un interesante artículo de
Inma Mora Sánchez que trata precisamente este tema (¿Existen diferencias psicológicas relevantes entre hombres y
mujeres? ) “Cada persona tiene unas cualidades innatas, pero el
aprendizaje hace que desarrollemos o no unas habilidades u otras. Las
experiencias personales van encauzando nuestros caminos y, por ello,
resulta muy difícil poder asegurar con datos empíricos estas diferencias.”
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