(Entrada tomada de la web de ASGRAN)
De manera en ocasiones generalizada nos preocupa el éxito en la vida (familiar, personal, escolar, profesional...), lo cual no es solo perfectamente lícito, sino además considero que se trata de un tema que deberíamos de trabajar mucho más en profundidad.
Lo que no podemos dejar de lado es la idea de que para trabajar nuestras posibilidades de éxito (o las de nuestr@s hij@s, que suelen ser las que más nos preocupan) no podemos obviar la importancia de aprender a gestionar los propios fracasos.
Vamos a proponer una serie de puntos en los que podemos recoger información relevante a la hora de considerar la forma óptima de gestión de los fracasos:
1- ¿Cómo enseñar a gestionar el fracaso en los demás si no sabemos encargarnos del nuestro?
Sabemos que habitualmente educamos muchísimo más con la vida práctica y real que con las pautas de comportamiento impuestas de manera externa. O lo que es lo mismo: l@s niñ@s tienden a tomar como referencia de actuación y actitud aquello que observan en sus figuras de referencia, es decir, asimilan los modelos que observan; se fijan más en lo que las personas adultas hacemos, en lugar de lo que decimos pero luego no mostramos a través de nuestros actos.
De esta forma, aunque establezcamos la norma de "en casa no se grita, ni se responde con violencia" de poco va a servir si cada vez que nos hallemos ante una situación frustrante, lo resolvamos a gritos y dando un puñetazo en la mesa.
Es por esto por lo que cabe la posibilidad de que antes de educar a niños y niñas en una adecuada gestión de la frustración, debamos aprender nosotr@s mism@s.
2- El fracaso forma parte del proceso exitoso.
¿Cuántas veces hemos oído aquello de que "se aprende más de los errores que de los aciertos"? Porque efectivamente, así es. Cuando hemos hecho un examen y sacado un 10, hay una notable probabilidad que todo lo aprendido lo olvidemos con el tiempo. Sin embargo, si hemos sacado un 9 y nos centramos en el motivo por el que no se ha llegado al 10, ese error subsanado va a ser recordado con mucha más probabilidad.
Por ello es tan importante, una vez establecido un objetivo, centrarse en el proceso mucho más que en el resultado, en el recorrido del camino más que en la consecución de la meta.
En un primer lugar, lo más probable, efectivamente, es que nuestros sentimientos sean de tristeza, enfado, confusión, etc (todas aquellas emociones que acompañan en primera instancia al proceso de frustración).... y así es como debe de ser. De esta forma, se puede trabajar para que se desencadene el segundo paso, que no es otro que el de buscar la propia responsabilidad en la actuación llevada acabo, para poder hallar en el camino andado dónde ha estado el error. A partir de ahí ya podemos establecer el tercer paso: el despliegue de posibles alternativas y soluciones para rectificar dicho camino hacia el objetivo. Ese es el motivo por el que alguien con mucho criterio dijo alguna vez aquello de "rectificar es de sabios".
Y si vuelve a aparecer un resultado no esperado y considerado de nuevo como un fracaso, se vuelve de nuevo a comenzar. La gran mayoría de los grandes avances científicos a lo largo de la propia historia de la humanidad no salieron bien a la primera (de hecho, ni a la segunda, ni a la tercera).
3- Centrarse en la gestión del fracaso y el error precisamente con mayor cuidado cuando hablamos de Altas Capacidades Intelectuales. La TENDENCIA AL PERFECCIONISMO y la BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN.
Este tipo de condiciones manifestadas desde edades muy tempranas es lo que nos hace plantearnos la idea de que urge este trabajo centrado en la adecuada gestión y manejo del acierto-error, que habría de llevarse a cabo desde el mismo preciso instante en el que tomamos consciencia de que nuestr@ hij@ plantea esta necesidad.
La tendencia al perfeccionismo no se trata de una cuestión negativa per se, tan solo lo es en la medida en que se muestre inconformismo ante la no consecución de lo perfecto. Ahondamos por lo tanto en lo anteriormente mencionado: aprender a ponderar en su justa medida el camino que vamos a recorrer hacia el objetivo final.
Suele resultar muy útil trabajar las propias habilidades sociales referidas a la gestión emocional (recibir y expresar tanto halagos como críticas). Solemos desatender la habilidad de autocrítica, consistente en realizar una apreciación relativamente neutra del propio error para que pueda ser subsanado.
Otro aspecto a cuidar, debe ser el de establecer para él o para ella modelos adecuados que podamos considerar de manera global como exitosos. Por ejemplo, observemos la respuesta de Harry Kroto (Premio Nobel de Química) ante la pregunta de Sir Ken Robinson «¿cuántos de tus experimentos fallan?»
Su respuesta fue: «la mayoría: más del 90 %. ¡Fallar no es la palabra! En ciencia, no se considera un fracaso, estás descubriendo lo que no funciona… ¡y no se puede descubrir lo que sí que funciona hasta que exploras muchas posibilidades que no salen bien!»
De manera en ocasiones generalizada nos preocupa el éxito en la vida (familiar, personal, escolar, profesional...), lo cual no es solo perfectamente lícito, sino además considero que se trata de un tema que deberíamos de trabajar mucho más en profundidad.
Lo que no podemos dejar de lado es la idea de que para trabajar nuestras posibilidades de éxito (o las de nuestr@s hij@s, que suelen ser las que más nos preocupan) no podemos obviar la importancia de aprender a gestionar los propios fracasos.
Vamos a proponer una serie de puntos en los que podemos recoger información relevante a la hora de considerar la forma óptima de gestión de los fracasos:
1- ¿Cómo enseñar a gestionar el fracaso en los demás si no sabemos encargarnos del nuestro?
Sabemos que habitualmente educamos muchísimo más con la vida práctica y real que con las pautas de comportamiento impuestas de manera externa. O lo que es lo mismo: l@s niñ@s tienden a tomar como referencia de actuación y actitud aquello que observan en sus figuras de referencia, es decir, asimilan los modelos que observan; se fijan más en lo que las personas adultas hacemos, en lugar de lo que decimos pero luego no mostramos a través de nuestros actos.
De esta forma, aunque establezcamos la norma de "en casa no se grita, ni se responde con violencia" de poco va a servir si cada vez que nos hallemos ante una situación frustrante, lo resolvamos a gritos y dando un puñetazo en la mesa.
Es por esto por lo que cabe la posibilidad de que antes de educar a niños y niñas en una adecuada gestión de la frustración, debamos aprender nosotr@s mism@s.
2- El fracaso forma parte del proceso exitoso.
¿Cuántas veces hemos oído aquello de que "se aprende más de los errores que de los aciertos"? Porque efectivamente, así es. Cuando hemos hecho un examen y sacado un 10, hay una notable probabilidad que todo lo aprendido lo olvidemos con el tiempo. Sin embargo, si hemos sacado un 9 y nos centramos en el motivo por el que no se ha llegado al 10, ese error subsanado va a ser recordado con mucha más probabilidad.
Por ello es tan importante, una vez establecido un objetivo, centrarse en el proceso mucho más que en el resultado, en el recorrido del camino más que en la consecución de la meta.
En un primer lugar, lo más probable, efectivamente, es que nuestros sentimientos sean de tristeza, enfado, confusión, etc (todas aquellas emociones que acompañan en primera instancia al proceso de frustración).... y así es como debe de ser. De esta forma, se puede trabajar para que se desencadene el segundo paso, que no es otro que el de buscar la propia responsabilidad en la actuación llevada acabo, para poder hallar en el camino andado dónde ha estado el error. A partir de ahí ya podemos establecer el tercer paso: el despliegue de posibles alternativas y soluciones para rectificar dicho camino hacia el objetivo. Ese es el motivo por el que alguien con mucho criterio dijo alguna vez aquello de "rectificar es de sabios".
Y si vuelve a aparecer un resultado no esperado y considerado de nuevo como un fracaso, se vuelve de nuevo a comenzar. La gran mayoría de los grandes avances científicos a lo largo de la propia historia de la humanidad no salieron bien a la primera (de hecho, ni a la segunda, ni a la tercera).
3- Centrarse en la gestión del fracaso y el error precisamente con mayor cuidado cuando hablamos de Altas Capacidades Intelectuales. La TENDENCIA AL PERFECCIONISMO y la BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN.
Este tipo de condiciones manifestadas desde edades muy tempranas es lo que nos hace plantearnos la idea de que urge este trabajo centrado en la adecuada gestión y manejo del acierto-error, que habría de llevarse a cabo desde el mismo preciso instante en el que tomamos consciencia de que nuestr@ hij@ plantea esta necesidad.
La tendencia al perfeccionismo no se trata de una cuestión negativa per se, tan solo lo es en la medida en que se muestre inconformismo ante la no consecución de lo perfecto. Ahondamos por lo tanto en lo anteriormente mencionado: aprender a ponderar en su justa medida el camino que vamos a recorrer hacia el objetivo final.
Suele resultar muy útil trabajar las propias habilidades sociales referidas a la gestión emocional (recibir y expresar tanto halagos como críticas). Solemos desatender la habilidad de autocrítica, consistente en realizar una apreciación relativamente neutra del propio error para que pueda ser subsanado.
Otro aspecto a cuidar, debe ser el de establecer para él o para ella modelos adecuados que podamos considerar de manera global como exitosos. Por ejemplo, observemos la respuesta de Harry Kroto (Premio Nobel de Química) ante la pregunta de Sir Ken Robinson «¿cuántos de tus experimentos fallan?»
Su respuesta fue: «la mayoría: más del 90 %. ¡Fallar no es la palabra! En ciencia, no se considera un fracaso, estás descubriendo lo que no funciona… ¡y no se puede descubrir lo que sí que funciona hasta que exploras muchas posibilidades que no salen bien!»
Una excelente reflexión para mi, la gestión del fracaso produce individuos más fuertes y con más experiencia. Además provee una visión más amplia.
ResponderEliminarExactamente. Necesitamos proveernos de más amplitud de visión, ya que cuanta mayor capacidad para gestionar los fracasos vayamos adquiriendo, mayor probabilidad de desarrollar en nosotr@s mism@s el pensamiento crítico.
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