martes, 24 de noviembre de 2020

MIS HIJOS, EL APRENDIZAJE Y LA ETAPA COVID

 Es curioso. Nos encontramos desde hace unos meses sumergid@s en emergencia sanitaria y lógicamente estamos siendo abducid@s por el tema, lo cual como digo, no sólo es lógico sino también preocupante con todas las implicaciones que por sí misma tiene ya la palabra "preocupante".

En mi caso hay muchísimas cosas que me preocupan: el estado de salud de mi familia y seres queridos (y de la población en general), mi propio estado de salud, ya que ahora mismo no sólo es mía sino también de esta otra pequeña persona que crece de  nuevo en mi interior <3, mi propia incomprensión y tolerancia hacia ciertas actitudes, como las de algunas personas que se han acercado a la sidrería que está al lado de mi casa y sirve comida para llevar (en serio... cuando observo a algunos sujetos, mi mente repite una y otra vez aquello de ¿por qué buscar inteligencia en otros planetas si sería mucho más productivo buscarla dentro del nuestro?).... y por supuesto, el desarrollo de mis hijos en su día a día.

Cierto es que hay un antes y un después del año 2020 para la población mundial, pero desde luego que también lo hay para esta pequeña micropoblación que vive en Posada de Llanera y que es mi familia. El tiempo pasa, la vida evoluciona y los hijos crecen y con su evolución siguen consiguiendo que yo continúe creciendo a pasos agigantados. El mayor, a sus ya 14 añazos, me ha enseñado que lo que otras personas han percibido como un trauma, él no sólo lo ha percibido como una ventaja personal y ha conseguido reengancharse al aprendizaje en su tercer año de instituto (todo ello gracias al confinamiento), el segundo, a sus 12 y medio, me está mostrando cómo cada vez más tengo un compañero de viaje con el que hablar y discutir de cualquier tema (siempre fue así, pero ahora de forma aún más intensa) y el (de momento) pequeño de la casa, a sus 10 años recién cumplidos continúa siendo un pequeño torbellino que no sabe lo que significa pararse quieto ni un sólo segundo jeje.

... ni tampoco permanecer callado, pero de pronto a pesar de estar en  5º de primaria, le veo cogiendo los libros de su hermano de 1º de la ESO y percatarme de hasta qué punto estaría ya preparado para entrar al insti (cognitivamente hablando). Gracias a él, a sus hermanos y a mi pareja, descubro cada día lo que es el amor de verdad. Porque no puedo dejar de lado a mi chico.... jamás podría porque si a alguien puedo atribuir el haberme enseñado lo que implica la bondad que emana por todos los poros de su piel al tener un corazón tan inmenso, ese es él.

Este año ha sido diferente y ha supuesto desde luego muchos cambios... algunos duros, pero otros que me han llenado de orgullo, de alegría e incluso que me están ayudando a recuperar la confianza en que hay muchos de los problemas que han estado rondando mi cabeza y que quizá tenía que haber aprendido a relativizar un poquito más. No me voy a parar en cada uno de esos cambios, por supuesto, pero sí quiero hacer especial mención en uno que atañe de manera especial a la tutora de mi hijo pequeño, a él y por supuesto a mí.

¿POR QUÉ NOS HABITUAMOS A LO MALO Y DEJAMOS DE BUSCAR ALGO MEJOR?

El Monstruo de las Chuches (Íker)

Esta pregunta me lleva rondando desde hace casi un mes, después de haber tenido una tutoría individual con la tutora de este año de Íker. Después de esa reunión virtual volví a llorar como hacía tiempo que no lo hacía, probablemente porque volví a tener un millón de sensaciones y emociones invadiéndome todas ellas al mismo tiempo:

- Sentí muchísima ALEGRÍA al comprobar el motivo por el que mi hijo este año es FELIZ en el colegio y le veo recuperar la confianza en sí mismo y las ganas de seguir aprendiendo. De pronto me encuentro a una profe que me transmite las bondades del peque (sin que ello implique olvidar que nadie es perfecto) SIN PEROS. Esa sensación también la experimenté el curso pasado cuando Álex me trajo las notas de la primera evaluación y venía contentísimo a enseñármelas. Yo al ver semejantes "notazas" le di la enhorabuena... pero él me corrigió diciéndome "mami, no te fijes en eso... fíjate en lo que Bárbara me ha puesto al final". Y efectivamente tenía, una vez más, toda la razón: lo más importante de todo y lo que realmente hacía que aquello fuesen "notazas" fue un comentario de su tutora diciéndole "es un placer enseñar para alguien como tú, con tantas ganas de aprender. No cambies nunca".

Pues algo similar experimenté hace un mes con Salina, la tutora de Íker. Más allá de las notas que saque o deja de sacar, me habló de mi hijo desde el cariño, tratándole como persona con empatía, solidaridad, hambre de aprender y sin olvidarse de lo trastín que puede llegar a ser... pero eso no es lo que le define. Eso es algo que simplemente forma parte de alguien como es él: un niño de 10 años recién cumplidos este mes.

- Sin embargo, el "pero" en esta ocasión lo pongo yo y no hacia ninguna profe ni hacia ninguno de mis hijos, sino hacia mí misma. Porque también sentí muchísima TRISTEZA.

Tristeza porque era la primera vez que escucho este tipo de mensajes acerca de Íker. Me percaté de que a lo largo de toda su educación primaria, nunca había escuchado nada bueno de Íker sin ir acompañado de un "pero"... al contrario, desde 3º empezamos a recibir notas en su agenda alertándonos de "lo mal" que se comportaba en clase, o lo terriblemente mal que se adaptaba a las tareas, olvidándose un día sí y otro también de los deberes, o sobre su horrorosa letra, o ridiculizaciones tales como "dibujas peor que un niño de 3 años" delante de toda la clase (eso sí, esto último no se hizo constar por escrito en  ningún lado). Todo ello desencadenó que su autoestima fuese día a día en picado y acabase por repercutir sobre incluso su estado de salud (otra vez más.... con otro hijo más): dolores de cabeza muy intensos, desarreglos intestinales, fiebres repentinas que desaparecían en casa sin antipiréticos, incluso problemas de visión, eso sí, todo ello debidamente observado desde distintos especialistas que habían descartado problemas de salud física.

Entonces empecé a  preguntarme ¿en qué momento abandoné la lucha? ¿cuándo olvidé todo lo vivido especialmente con su hermano mayor durante su etapa de infantil, que tanto me hizo llorar de angustia? Es que hemos tenido que esperar hasta 5º de primaria para que una tutora me haya transmitido un mensaje bonito, esperanzador y de orgullo de mi peque... y lo peor de todo es que yo, llegó un momento en el que aunque nunca me llegué a creer todas las atrocidades y tonterías que tuve que escuchar y siempre le apoyé para que siguiera confiando en sí mismo, me acostumbré. Creedme que pocas cosas me generan tanta tristeza como este hecho. Lo único que puedo hacer es dar las gracias a profes como Salina o Bárbara, pedir perdón a mi niño, recuperar las ganas de lucha que siempre he tenido.... Y poco a poco empezar a perdonarme a mí misma.

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