martes, 16 de abril de 2019

SOBRE LA SENSACIÓN DE SOLEDAD EN LA SUPERDOTACIÓN

Hace mucho tiempo que no escribo en el blog (al menos en este). No llegué a despedirme porque en el fondo sabría que volvería de nuevo a la carga en algún momento.
Mi ausencia no ha venido determinada ni por falta de ideas, ni por falta de tiempo. Al fin y al cabo considero que este tipo de excusas son las que nos ponemos constantemente para dedicarnos al "no hacer"...excusas que nos sirven de justificación personal, pero eso no hace que dejen de ser lo que realmente son: excusas.
El que quiere hacer, busca oportunidades y el que no quiere, busca excusas.
Yo simplemente he necesitado un tiempo para dedicarme a otras tareas aunque nunca alejadas todas ellas del tema que me sigue apasionando, y no voy a decir como el primer día porque estaría mintiendo. Me apasiona aún más, porque continúo haciendo mía aquella frase de "soy una eterna aprendiz".

En todo este tiempo (¡¡años!!) he continuado aprendiendo y aportando en la medida de lo posible. Pero prefiero quedarme con lo aprendido. Habitualmente en mi consulta con personas adultas solía poner a la infancia como ejemplo para comprendernos a nosotros mism@s. Ahora también he aprendido a llevar el camino a la inversa: escuchar y atender a las personas adultas para que podamos entender y apoyar a la infancia. Para que les podamos ayudar a poner palabras a aquello a lo que por su corta experiencia vital, ell@s aún no pueden y se ven envueltos en un mundo emocional tan intenso que les puede resultar absolutamente abrumador, y en consecuencia también lo resulta para las personas adultas responsables de su evolución y desarrollo.

Por eso quiero hablar sobre la sensación de SOLEDAD que en algunos momentos de la vida embarga a las personas.Y de manera más concreta cuando hablamos de superdotación (honestamente....me da igual la terminología políticamente correcta).

Recuerdo las palabras de una buena amiga.... "es duro tener la sensación de ir subido en un Ferrari y tener que conducir como si estuvieses en un 6oo". La pregunta que deberíamos hacernos es ¿por qué verse obligado a conducir como en un 600? De nuevo entramos aquí en lo políticamente incorrecto. Porque si hablamos de la necesidad de que la sociedad y nuestra cultura evolucione para incluir a todas personas dentro de su diversidad, parece que nos olvidamos de que ello también implica incluir a aquellas que se encuentren al este de la campana de Gauss.  Porque es duro ser consciente de estar hablando en el mismo idioma, pero manejar un lenguaje diferente que impide que tu mensaje no llegue de la forma en la que tú pretendes a las demás personas.

Pero además de manera breve, quisiera además que nos pusiésemos nuestras actitudes sociales en tela de juicio, no para que sean los demás los que cambien, sino para aplicarlas nosotr@s mism@s. ¿Reflexionamos de nuevo?

1. NOS GUIAMOS POR CARIDAD, NO POR JUSTICIA.
Habitualmente nos movemos por un sentimiento de "pena", de tal forma que otorgamos a las personas el papel de "débil" o "fuerte".... víctima o verdugo. Y estos papeles se mantiene estable, de tal forma que cuando vemos a alguien como víctima, de manera inmediata  nos posicionamos de su lado y condenamos cruelmente al que percibimos como verdugo, sin darnos cuenta de que de forma muy sutil, estos papeles habitualmente se invierten. Y al final, a quien hemos etiquetado de "fuerte", le dejamos solo justo cuando quizá más nos necesita.

2. NO SABEMOS TRABAJAR EN EQUIPO.
Para enseñar a trabajar en equipo, quizá deberíamos primero aprender a hacerlo. Porque trabajar en equipo no consiste en intentar equiparar a todos los miembros que lo componen, sino que un buen equipo lo que hace precisamente en impulsar cada talento individual, puesto que sabe que el resultado final va a beneficiar a tod@s.
Sólo cuando cada miembro del equipo se siente realizado individualmente, será capaz de sacar lo mejor de sí mismo.

3. PREMIAMOS LA COMPETITIVIDAD, NO LA COOPERACIÓN.
Íntimamente relacionado con lo anterior. Sólo cuando consigamos que cada miembro del equipo se alegre por los éxitos ajenos y entienda que esto también va a implicar los propios, en lugar de hacerles "bajar el ritmo para que no me supere".....sólo en ese momento sabremos que estamos sumidos en un ambiente cooperativo donde tod@s crecemos y nadie siente que su autoestima roza el suelo.


….y soy consciente de que esta breve reflexión sólo es el comienzo.



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