martes, 29 de noviembre de 2011

EL MACHISMO NO ES COSA DE HOMBRES

Hace unos meses escribí algo al respecto de las altas capacidades y de cómo las mujeres nos quedamos al margen de su detección con una probabilidad alarmantemente muy superior a la de los hombres. Nunca ha sido mi pretensión culpabilizar al género masculino por ello, generalizando al extremo sin determinar un análisis más profundo en este tema. Es de índole muy seria... demasiado como para frivolizar con ella.
El machismo y la violencia patriarcal no es cosa de hombres. Es un asunto social, propio de tod@s nosotr@s. Esto nos convierte en responsables no sólo de nuestros actos u omisiones, sino también, y en concordancia con esto, de consentir, apoyar, tapar, ignorar los actos que consideramos "ajenos". Y especialmente, somos tod@s responsables (que no culpables) en mayor medida de educar para estos actos.

Cuando una mujer es víctima de violencia machista, sea de la índole que sea, física, psicológica o ambas (por otro lado, la más común), no suele ser víctima sólo de un hombre, de una pareja "despechada", de un ex-marido "dolido" o de un hombre que "sufre" porque no puede alcanzar tu amor. Estas excusas son las más utilizadas, y desgraciadamente las que suelen hacer que se goce de mayor comprensión hacia el agresor.
Pero en realidad, cuando una mujer, cualquier mujer, se convierte en víctima del patriarcado, también lo es de la familia de ese agresor, en un lamentable elevado porcentaje de casos. Y de manera activa, no sólo por negación de apoyo hacia la víctima y apoyo hacia el maltratador, sino también con actos, amenazas y vejaciones.
Cuando una mujer, cualquier mujer, es víctima de actos violentos propios de la mentalidad machista, también lo es de la sociedad en su conjunto. De manera pasiva, por cerrar lo ojos y no preocuparse por este problema tan desgraciadamente común, "siempre que a mí no me toque...".
Pero he aquí el peligro real: esa ceguera no sólo es externa. No sólo por haber cerrado los ojos, dejas de ver lo que te rodea en el exterior, al modo del viejo refrán "ojos que no ven, corazón que no siente". Lo peor de esta ceguera, es que es probable que sí que te esté tocando de una u otra forma. Pero al tener cerrados los ojos, lo que no se ve es el interior... afecta tanto que llega a a lo más profundo del corazón. Y un corazón ciego, no vive: su latido no significa nada más allá del ruido que emite cuando acercamos el oído al pecho.

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