Es curioso. Los años pasan, la tecnología se renueva, las personas progresan, el mundo "evoluciona".... y el ser humano sigue estancado en un problema tan común como casi me atrevería a decir que ancestral: el de la comunicación. Y no creo que sea por falta de empeño para solucionar el problema, sino más bien por un sentimiento de incapacidad para lograrlo. ¿Será que no sabemos expresarnos adecuadamente? ¿Será que no sabemos escuchar? ¿Una combinación de ambas?... Habrá que reflexionar al respecto, al menos en mi opinión.
Una queja muy común es la del sentimiento de soledad, o de aislamiento del resto. Viene acompañada de la sensación de "no encajar" allá donde sí crees que deberías, además de un sentimiento de confusión... si estoy rodeado de gente, ¿por que me siento solo? Esta pregunta la he oído en numerosas ocasiones, lo cual puede resultar chocante o paradójico si tenemos en cuenta que vivimos en una era informatizada que facilita la comunicación, incluso a miles de kilómetros.
Podría llegarse a pensar que la base del problema nace en la falta de acuerdos, o ausencia de intereses comunes. En cambio, no creo que vayan por ahí los tiros... ¿Y cuando tenemos intereses comunes y aún así no hay acuerdo? En parte ese el motivo por el que en esta ocasión me apetecía tocar este tema. Cuando los niños comienzan su andadura en la escuela, honestamente, no creo que la intención del personal docente sea someterlos a su sistema. Quizá porque recuerdo en alguna ocasión en la que personalmente me he encontrado con algún que otro antiguo profesor, y se interesaba realmente por mí: "¿qué tal te va?" "estudiaste una carrera ¿verdad?" "¡psicología! ¡me alegro!"...y creo que era un sentimiento honesto y sincero. Entonces...¿qué sucede? ¿hablamos padres y profesores idiomas diferentes? Si no somos dos bandos opuestos y los intereses son de índole similar ¿cómo acercar posturas?
Y más concretamente, y refiriéndome a la reflexión de mi amiga Lourdes Madueño (Estimulación Precoz) ¿por qué se hace tanto hincapié en no poner freno al conocimiento, en fomentar la importancia de la estimulación temprana, incluso en la etapa de bebé, pero luego nos encontramos que ante las altas capacidades intelectuales, no se da la respuesta adecuada a sus necesidades?
Pienso que algo tiene que estar pasando, si se da el caso de que hay tantos padres y madres de niños con altas capacidades intelectuales que tienen una queja tan acusada en lo que respecta a la escuela o a ciertos profesionales que desempeñan su labor en este sitio.
¡Quién sabe! Puede suceder que todos necesitemos llevar a cabo un ejercicio de autocrítica...
POSIBLES CAUSAS DEL PROBLEMA CON LA COMUNICACIÓN
1- Planear qué y cómo decir las cosas.
2- Pensar y meditar acerca de aquello que NO se debe decir.
3- Estar dispuesto a escuchar lo que el otro desee aportar (y cuando digo escuchar, no estoy diciendo meramente "oír", sino que me refiero a una ESCUCHA ACTIVA).
Al leer estas 3 propuestas, uno puede considerar que se trata de cuestiones de Perogrullo.... pero, ¿las ejercitamos en la práctica? Realmente pienso que el punto 2- y el 3- son los que más fallan.
En lo referente al 2-... me imagino que para un maestro, tiene que ser duro estar escuchando las propuestas, sugerencias, exigencias de todos los padres y madres con los que se entreviste... o mejor dicho...de ALGUN@S PADRES Y MADRES. Por poner un ejemplo, si tú no has fomentado que tu hij@ sea una persona autónoma desde casa (que coma, se vista, se asee...sol@), quizás no es...digamos..justo, que vayas con esa exigencia a la escuela, poniendo en tela de juicio la capacidad docente del maestro o maestra en cuestión (y es un ejemplo real, no figurado). Y a la inversa, cuando un padre o una madre va a hablar con el profesor, éste tendrá que sopesar como si en una balanza pudiera colocarse, los aspectos positivos y negativos del niño, sin ponderar o despreciar unos sobre otros, desatendiendo la opinión paternal y especialmente en aquellos casos en los que se ha reconocido ignorante. No olvidemos que es muy frecuente (si bien no podemos afirmar que inevitable) que si uno se siente atacado, responderá defendiéndose del ataque...
En cuanto a la escucha activa... ¡qué difícil resulta a veces sentirse escuchado, ¿verdad?! Escuchar activamente hace referencia a atender a lo que el otro está aportando, evitando por tanto cortarle, asintiendo mediante comunicación no verbal y hacer un ejercicio importante de empatía, en lugar de hacer alarde de nuestra capacidad para leer el pensamiento. ¿Alguien ha oído en alguna ocasión aquello de "si ya sé lo que vas a decir.." o "como te conozco, sé por dónde vas? A eso me refiero con la lectura del pensamiento. Resulta tremendamente molesto sentirse no escuchado, rompiéndose así la oportunidad de seguir comunicándose.
He de reconocer que personalmente he escuchado en más de una ocasión eso de "no...si es que yo tengo mucha psicología...sé calar a la gente". Ante esto, procuro tragar saliva y pensar que no se pretende decir la barbaridad que se está diciendo. Y si hay confianza, puedo contestar: "¡vaya! ¡qué suerte! Fíjate, que yo tuve que estudiar varios años, como no nací con el don de tener psicología...". La ironía puede venir bien de vez en cuando...
Las buenas intenciones
Hay un dicho que afirma que "el camino al infierno está sembrado de buenas intenciones". Cierto es que una buena intención al menos es algo... pero no basta si lo que deseamos es llegar a un buen entendimiento. Pongamos el ejemplo de regalar algo a alguien. Si ese regalo deseamos que sea algo más que un mero acto de cortesía y nos interesa que la persona que lo recibe se dé cuenta de que la apreciamos de corazón, tendríamos que esforzarnos por indagar acerca de los gustos reales que esa persona posee. Y sin hacer alarde de lo mucho que conocemos sus gustos, atender a lo que nos dice, a lo que expresa mediante comunicación verbal o no verbal. Incluso pienso que es preferible preguntarle abiertamente por sus gustos, antes que meter la pata con un regalo que tenga repetido, o que nos acepte por compromiso.
El motivo por el que he empezado exponiendo este ejemplo es porque desearía tocar un tema que a lo largo de estos días he venido meditando (con la inestimable aportación de amigos, por supuesto). Me refiero a la sensación que a veces he tenido de que, con toda la buena intención del mundo, nos regimos por el principio de la "caridad", más que en atender a las necesidades reales de las personas que nos rodean.
En mi opinión, nos falla el ejercicio de realizar preguntas para conocer a los demás, para llegar a sus verdaderos intereses y descubrir qué necesidades pueden llegar a tener. Nos dejamos guiar por contra (y en demasía) por prejuicios y tópicos, como la necesidad de ayudar al "débil", sin percatarnos de que la sensación de debilidad puede ser altamente subjetiva. Recuerdo en una ocasión, cuando vivía en Gijón, una situación que me resultó un tanto curiosa: había una chica que era invidente e intentaba cruzar la calle ella sola. No era la primera vez que lo hacía, probablemente haciendo ejercicio de su capacidad auditiva. Cuando alguien intentaba ayudarla, rechazaba tal ayuda... y se ganó la fama de "persona desagradecida y maleducada". ¿Por qué? Curioso. En cambio, comprendo lo que esa mujer podía sentir. Quizás porque soy mujer y conduzco...y aparco. Y aunque no se me da mal (digo yo que más de 17 años de carnet, servirán para algo :-)), no sé en cuántas ocasiones habré recibido la inestimable ayuda, dotada eso sí, de buena intención de algún que otro señor caballeroso que se empeña en darme instrucciones para maniobrar correctamente.
Quizás este principio de "caridad" (o egocentrismo, según se mire), es el que nos hace sentir mejores personas, nos dota de buenos sentimientos hacia el prójimo, se tranquilizan nuestras conciencias y se puede dormir tranquilamente por la noche con la sensación del deber cumplido. Pero es una ilusión. Sólo es una sensación subjetiva. Si obviamos la reciprocidad, nuestras buenas intenciones carecen de sentido, al menos de sentido social. ¿Cómo se sienten los demás cuando actuamos sobre algo que les incumbe? Esa quizá es la pregunta clave que toda persona que haya elegido dedicarse a un trabajo con, por y para las personas (maestros, psicólogos, médicos,...y padres) ha de hacerse cada mañana antes de irse a trabajar.
Resulta relativamente sencillo caer en este error. Es cierto, tal y como afirma mi amigo José Luis Sánchez: "[..] si alguien no sabe nada de un determinado tema y le preguntan que a quién apoyaría, si a una persona que tiene "más" de algo o a otra que tiene "menos" de ese algo, la respuesta más común sería: por lógica, a la que tiene "menos", precisamente porque son los que MÁS necesitan de ayuda". Una gran verdad. Quizás porque partimos del prejuicio de que aquél que tiene más de algo... tiene de todo. Es decir, se tiende a aplicar injustamente un pensamiento en términos absolutistas, obviando lo realmente importante en todo ser humano: la necesidad de sentirse comprendido por los demás para dejar de tener esa sensación de soledad.
Por este motivo creo que es tan importante llevar a cabo y desarrollar activamente la empatía cuando tratemos temas de diversa índole, pero más aún cuando hablamos de alguien que nos interesa y preocupa tanto como sucede con nuestr@s niñ@s. Maestros y padres nos preocupamos por ellos. Eso implica que debemos de dejar de hacer alarde de cuánto les conocemos, rivalizando incluso en algunas ocasiones por ver quién les conoce más. Practiquemos la escucha activa, consideremos distintas posibilidades de una misma cosa, sigamos informándonos y aprendiendo a lo largo de toda nuestra trayectoria vital, especialmente cuando se nos plantean nuevos retos de los que ni teníamos conocimiento... pero no se nos debe olvidar pedir la opinión del niño o de la niña, preguntarle cómo se siente... y si no sabe expresarse con palabras, ayudémosle a hacerlo observando lo que nos está diciendo con su mirada, con sus gestos, con su comportamiento....
Una queja muy común es la del sentimiento de soledad, o de aislamiento del resto. Viene acompañada de la sensación de "no encajar" allá donde sí crees que deberías, además de un sentimiento de confusión... si estoy rodeado de gente, ¿por que me siento solo? Esta pregunta la he oído en numerosas ocasiones, lo cual puede resultar chocante o paradójico si tenemos en cuenta que vivimos en una era informatizada que facilita la comunicación, incluso a miles de kilómetros.
Podría llegarse a pensar que la base del problema nace en la falta de acuerdos, o ausencia de intereses comunes. En cambio, no creo que vayan por ahí los tiros... ¿Y cuando tenemos intereses comunes y aún así no hay acuerdo? En parte ese el motivo por el que en esta ocasión me apetecía tocar este tema. Cuando los niños comienzan su andadura en la escuela, honestamente, no creo que la intención del personal docente sea someterlos a su sistema. Quizá porque recuerdo en alguna ocasión en la que personalmente me he encontrado con algún que otro antiguo profesor, y se interesaba realmente por mí: "¿qué tal te va?" "estudiaste una carrera ¿verdad?" "¡psicología! ¡me alegro!"...y creo que era un sentimiento honesto y sincero. Entonces...¿qué sucede? ¿hablamos padres y profesores idiomas diferentes? Si no somos dos bandos opuestos y los intereses son de índole similar ¿cómo acercar posturas?
Y más concretamente, y refiriéndome a la reflexión de mi amiga Lourdes Madueño (Estimulación Precoz) ¿por qué se hace tanto hincapié en no poner freno al conocimiento, en fomentar la importancia de la estimulación temprana, incluso en la etapa de bebé, pero luego nos encontramos que ante las altas capacidades intelectuales, no se da la respuesta adecuada a sus necesidades?
Pienso que algo tiene que estar pasando, si se da el caso de que hay tantos padres y madres de niños con altas capacidades intelectuales que tienen una queja tan acusada en lo que respecta a la escuela o a ciertos profesionales que desempeñan su labor en este sitio.
¡Quién sabe! Puede suceder que todos necesitemos llevar a cabo un ejercicio de autocrítica...
POSIBLES CAUSAS DEL PROBLEMA CON LA COMUNICACIÓN
No es la primera vez que tratamos este tema en los programas de radio. Intento aportar distintos puntos de vista, enfocar el tema adoptando diversas posturas. Pero acabo incluyendo las 3 reglas para mantener una buena comunicación, que a mi entender tendríamos que trabajar. Cuando una persona decide comunicarse de manera voluntaria, tiende a enfocar sus ideas planeando qué es lo que desea decir y cómo ha de decirlo para que se entienda su mensaje. Es correcto, aunque hay que ir más allá:
1- Planear qué y cómo decir las cosas.
2- Pensar y meditar acerca de aquello que NO se debe decir.
3- Estar dispuesto a escuchar lo que el otro desee aportar (y cuando digo escuchar, no estoy diciendo meramente "oír", sino que me refiero a una ESCUCHA ACTIVA).
Al leer estas 3 propuestas, uno puede considerar que se trata de cuestiones de Perogrullo.... pero, ¿las ejercitamos en la práctica? Realmente pienso que el punto 2- y el 3- son los que más fallan.
En lo referente al 2-... me imagino que para un maestro, tiene que ser duro estar escuchando las propuestas, sugerencias, exigencias de todos los padres y madres con los que se entreviste... o mejor dicho...de ALGUN@S PADRES Y MADRES. Por poner un ejemplo, si tú no has fomentado que tu hij@ sea una persona autónoma desde casa (que coma, se vista, se asee...sol@), quizás no es...digamos..justo, que vayas con esa exigencia a la escuela, poniendo en tela de juicio la capacidad docente del maestro o maestra en cuestión (y es un ejemplo real, no figurado). Y a la inversa, cuando un padre o una madre va a hablar con el profesor, éste tendrá que sopesar como si en una balanza pudiera colocarse, los aspectos positivos y negativos del niño, sin ponderar o despreciar unos sobre otros, desatendiendo la opinión paternal y especialmente en aquellos casos en los que se ha reconocido ignorante. No olvidemos que es muy frecuente (si bien no podemos afirmar que inevitable) que si uno se siente atacado, responderá defendiéndose del ataque...
En cuanto a la escucha activa... ¡qué difícil resulta a veces sentirse escuchado, ¿verdad?! Escuchar activamente hace referencia a atender a lo que el otro está aportando, evitando por tanto cortarle, asintiendo mediante comunicación no verbal y hacer un ejercicio importante de empatía, en lugar de hacer alarde de nuestra capacidad para leer el pensamiento. ¿Alguien ha oído en alguna ocasión aquello de "si ya sé lo que vas a decir.." o "como te conozco, sé por dónde vas? A eso me refiero con la lectura del pensamiento. Resulta tremendamente molesto sentirse no escuchado, rompiéndose así la oportunidad de seguir comunicándose.
He de reconocer que personalmente he escuchado en más de una ocasión eso de "no...si es que yo tengo mucha psicología...sé calar a la gente". Ante esto, procuro tragar saliva y pensar que no se pretende decir la barbaridad que se está diciendo. Y si hay confianza, puedo contestar: "¡vaya! ¡qué suerte! Fíjate, que yo tuve que estudiar varios años, como no nací con el don de tener psicología...". La ironía puede venir bien de vez en cuando...
Las buenas intenciones
Hay un dicho que afirma que "el camino al infierno está sembrado de buenas intenciones". Cierto es que una buena intención al menos es algo... pero no basta si lo que deseamos es llegar a un buen entendimiento. Pongamos el ejemplo de regalar algo a alguien. Si ese regalo deseamos que sea algo más que un mero acto de cortesía y nos interesa que la persona que lo recibe se dé cuenta de que la apreciamos de corazón, tendríamos que esforzarnos por indagar acerca de los gustos reales que esa persona posee. Y sin hacer alarde de lo mucho que conocemos sus gustos, atender a lo que nos dice, a lo que expresa mediante comunicación verbal o no verbal. Incluso pienso que es preferible preguntarle abiertamente por sus gustos, antes que meter la pata con un regalo que tenga repetido, o que nos acepte por compromiso.
El motivo por el que he empezado exponiendo este ejemplo es porque desearía tocar un tema que a lo largo de estos días he venido meditando (con la inestimable aportación de amigos, por supuesto). Me refiero a la sensación que a veces he tenido de que, con toda la buena intención del mundo, nos regimos por el principio de la "caridad", más que en atender a las necesidades reales de las personas que nos rodean.
En mi opinión, nos falla el ejercicio de realizar preguntas para conocer a los demás, para llegar a sus verdaderos intereses y descubrir qué necesidades pueden llegar a tener. Nos dejamos guiar por contra (y en demasía) por prejuicios y tópicos, como la necesidad de ayudar al "débil", sin percatarnos de que la sensación de debilidad puede ser altamente subjetiva. Recuerdo en una ocasión, cuando vivía en Gijón, una situación que me resultó un tanto curiosa: había una chica que era invidente e intentaba cruzar la calle ella sola. No era la primera vez que lo hacía, probablemente haciendo ejercicio de su capacidad auditiva. Cuando alguien intentaba ayudarla, rechazaba tal ayuda... y se ganó la fama de "persona desagradecida y maleducada". ¿Por qué? Curioso. En cambio, comprendo lo que esa mujer podía sentir. Quizás porque soy mujer y conduzco...y aparco. Y aunque no se me da mal (digo yo que más de 17 años de carnet, servirán para algo :-)), no sé en cuántas ocasiones habré recibido la inestimable ayuda, dotada eso sí, de buena intención de algún que otro señor caballeroso que se empeña en darme instrucciones para maniobrar correctamente.
Quizás este principio de "caridad" (o egocentrismo, según se mire), es el que nos hace sentir mejores personas, nos dota de buenos sentimientos hacia el prójimo, se tranquilizan nuestras conciencias y se puede dormir tranquilamente por la noche con la sensación del deber cumplido. Pero es una ilusión. Sólo es una sensación subjetiva. Si obviamos la reciprocidad, nuestras buenas intenciones carecen de sentido, al menos de sentido social. ¿Cómo se sienten los demás cuando actuamos sobre algo que les incumbe? Esa quizá es la pregunta clave que toda persona que haya elegido dedicarse a un trabajo con, por y para las personas (maestros, psicólogos, médicos,...y padres) ha de hacerse cada mañana antes de irse a trabajar.
Resulta relativamente sencillo caer en este error. Es cierto, tal y como afirma mi amigo José Luis Sánchez: "[..] si alguien no sabe nada de un determinado tema y le preguntan que a quién apoyaría, si a una persona que tiene "más" de algo o a otra que tiene "menos" de ese algo, la respuesta más común sería: por lógica, a la que tiene "menos", precisamente porque son los que MÁS necesitan de ayuda". Una gran verdad. Quizás porque partimos del prejuicio de que aquél que tiene más de algo... tiene de todo. Es decir, se tiende a aplicar injustamente un pensamiento en términos absolutistas, obviando lo realmente importante en todo ser humano: la necesidad de sentirse comprendido por los demás para dejar de tener esa sensación de soledad.
Por este motivo creo que es tan importante llevar a cabo y desarrollar activamente la empatía cuando tratemos temas de diversa índole, pero más aún cuando hablamos de alguien que nos interesa y preocupa tanto como sucede con nuestr@s niñ@s. Maestros y padres nos preocupamos por ellos. Eso implica que debemos de dejar de hacer alarde de cuánto les conocemos, rivalizando incluso en algunas ocasiones por ver quién les conoce más. Practiquemos la escucha activa, consideremos distintas posibilidades de una misma cosa, sigamos informándonos y aprendiendo a lo largo de toda nuestra trayectoria vital, especialmente cuando se nos plantean nuevos retos de los que ni teníamos conocimiento... pero no se nos debe olvidar pedir la opinión del niño o de la niña, preguntarle cómo se siente... y si no sabe expresarse con palabras, ayudémosle a hacerlo observando lo que nos está diciendo con su mirada, con sus gestos, con su comportamiento....
Aunque no sepamos nada acerca del tema de las altas capacidades intelectuales, y la única información que poseamos probablemente esté basada más en tópicos que en realidades... no pasa nada. Puede parecer una obviedad, pero no podemos entender de todo, ni el más erudito en diversos temas. Pero cuando nos encontremos de frente con el reto, trabajemos juntos, en el mismo sentido, busquemos información veraz, estudiemos.... no sólo por seguir haciendo correctamente nuestro trabajo de maestros, o psicólogos,... o padres. No sólo por eso. Es que las personas por las que hacemos ese esfuerzo, nuestr@s niñ@s, no se merecen conformarse con menos.
Comparto mucho lo que expones en este artículo. Es más, considero que si las AC no son atendidas es por falta de empatía y de escucha activa. Como madre de un niño con AC esta es mi mayor queja porque si no hay voluntad de escuchar activamente difícilmente se puede cambiar nada.
ResponderEliminarLa comunicación pasa por ser y dejar, en la escuela se intenta imponer el ser y no el dejar, la falta de comunicación es evidente cuando en una tutoría intentas explicar tu versión de la motivación y todo queda en tiempo perdido y una idea de motivación equivocada, cuando le preguntas al niño y ves las tareas te das cuentas que tu idea sobre la motivación no fue escuchada aunque sí oída. No es lo mismo.
ResponderEliminarUno de los problemas de la ACI es la falta de comunicación con los demás, no se sienten escuchados y es muy habitual que acaben aislados y rechazados por su grupo.
Ambos lo habéis expuesto muy bien: algo falla en la escucha activa. Y esa puede ser la raíz de esta sensación a veces q tenemos de abandono por parte de algunos profesionales implicados en la docencia.
ResponderEliminarAdemás opino q quizás se hace necesario abandonar una idea demasiado aceptada socialmente: "a mí van a decirme cómo hacer mi trabajo!!".
Sigo pensando q la mayoría de los padres y las madres no pretendemos dar lecciones a nadie... pero están hablando y tratando con nuestr@s HIJ@S. Así q algo tendremos derecho a aportar... y a q se nos escuche.
En una ocasión, un orientador me dijo q "sólo pueden trabajar con lo q ven en el colegio, no con lo q hagan en casa"... siento mucho q una persona q tiene q tratar con niños piense así.
Gracias por vuestras aportaciones y un abrazo para los 2!!
Escuchar, ponerse en el lugar del otro, y plantearnos si realmente estamos colaborando con la otra persona o sólo "ayudándonos" a nosotros... Honestidad y modestia que muchas veces, es verdad, no tenemos.
ResponderEliminarPor todo eso q has comentado, Raquel, se haría tan necesario q también en la escuela se entrenara la inteligencia intrapersonal descrita por H.Gardner: nos cuesta indagar acerca del conocimiento q tenemos acerca de nosotros mismos, lo cual puede hacernos caer en el autoengaño de creer q cuando hacemos algo por alguien (y ese algo no es lo q esa persona necesita realmente), es por su bien... si ha sido con buena intención.
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