martes, 1 de diciembre de 2015

LA EMPATÍA Y SU CONTRIBUCIÓN A LOS VALORES Y LA CONDUCTA CÍVICO-MORAL

Últimamente se oye mucho hablar de la empatía, de su importancia en las relaciones humanas, de la necesidad de estimular su desarrollo tanto en la familia como en la escuela, etc. Sin embargo, a veces el término se utiliza para designar aspectos un tanto diversos, y no resulta muy claro qué es exactamente eso de la empatía. Por tanto, lo primero que haremos en este capítulo será aclarar de qué hablamos cuando nombramos la empatía.
Por otra parte, a la hora de justificar la importancia de la empatía, habitualmente se hace referencia al hecho de que las personas empáticas tienen mejores relaciones personales y son más apreciadas y queridas por los demás. Junto a ello, se suele destacar el importante papel de la empatía como elemento motivador de las conductas de ayuda, señalándose que cuando empatizamos con el sufrimiento o la situación de necesidad ajena, sentimos el impulso de hacer algo para remediarla. Sin embargo, la empatía realiza otras muchas contribuciones además de las señaladas. Así, la empatía juega un importante papel en las relaciones de pareja, en el cuidado y la educación de los niños y, sin duda, en el ejercicio de muchas profesiones (médicos, asistentes sociales, psicólogos, vendedores…). Pero no son éstas las contribuciones que aquí más nos interesan. En este capítulo centraremos nuestra
atención en la contribución de la empatía a los valores y la conducta cívico-moral, una contribución mucho más amplia de la que habitualmente se considera.
Este análisis tiene un riesgo, pues puede llevarnos a una visión de la empatía excesivamente positiva, un tanto ingenua. La empatía se nos puede aparecer –así se la describe muchas veces– como una especie de panacea universal, cuasi-automática, contra todo tipo de deriva en el terreno de los valores y la conducta moral. Y las cosas no son tan simples. Efectivamente, la empatía es una respuesta de gran valor en este ámbito, pero presenta también algunos problemas, que conviene tener en cuenta. Por ello, tras presentar su cara más brillante, nos detendremos a analizar algunas sombras de la empatía.

[...] 4.5.-Necesidad de educar la empatía.
La empatía requiere, por tanto, de un mínimo control regulatorio-corrector. Como decíamos al principio, no se trata simplemente de desarrollar la empatía, como a menudo se plantea. Se trata, más bien, de educarla: se trata de transformar una simple respuesta natural,
con todos sus riesgos y limitaciones, en una virtud. Se trata de pasar de lo que es a lo que debe ser: sentirse concernido no sólo por los próximos, sino por cualquier ser humano; que ninguna circunstancia humana nos sea indiferente.
La razón va a cumplir aquí un papel fundamental, pues, como hemos visto, la respuesta empática es muy sensible a nuestra visión del otro. Si ésta cambia, cambia la reacción afectiva. Se trata, pues, de subrayar la común humanidad, especialmente de las personas de los grupos que nos resultan más ajenos.

[...] 5.1.-La cualidad afectiva de las relaciones familiares.
Numerosos estudios han constatado que las relaciones familiares seguras y afectuosas, especialmente las relaciones con las figuras parentales, favorecen la tendencia a experimentar empatía (esto es, la denominada empatía disposicional o empatía rasgo). En otras palabras, los niños y niñas que se críen en un ambiente familiar seguro y se sientan queridos por sus padres tenderán a ser más empáticos que aquéllos con un ambiente familiar menos afortunado.
Esto es lógico. Si los niños no tienen satisfechas sus propias necesidades emocionales es difícil que estén abiertos y atentos a las necesidades de los demás. Por otra parte, el amor y las relaciones cálidas de los padres proporcionan un modelo de funcionamiento personal que los hijos tienden a imitar.


(ARTÍCULO COMPLETO: La empatía y su contribución a los valores y la conducta cívico-moral )

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