En el momento en el que una persona empieza a indagar e investigar en torno al tema del desarrollo de la inteligencia y de manera más concreta, en el de las altas capacidades, efectivamente nos encontramos por numerosos artículos donde divers@s estudios@s del tema nos suelen mostrar su visión, su opinión, investigaciones, conclusiones,.... todo ello con mayor o menor grado de acierto o atino, según opiniones.
Pero hay un antes y un después cuando accedes a las teorías de Kazimierz Dabrowski.
Ya he dedicado varias entradas a este autor... considero que es el teórico que más se ha aproximado a la realidad del desarrollo en las personas superdotadas:
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DISTINTOS NIVELES EN EL DESARROLLO MORAL (DABROWSKI)
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SOBREEXCITABILIDAD EN NIÑ@S DE ALTA CAPACIDAD
Y si algo no podemos obviar, es la intensidad emocional con la que se vivencia el mundo en las altas capacidades.
Dicha intensidad hace disfrutar de los aspectos positivos de la vida de una forma mucho más plena y placentera... hace que lo bueno sea muy bueno, muy positivo, muy placentero.
Aunque también es cierto que lo negativo puede llevar a ocasionar un dolor indescriptible. Y es que la tristeza ante las malas experiencias, que por otro lado son tan habituales como las positivas, hace que nos podamos sumir en una larga apatía y desinterés por todo aquello con lo que hemos estado disfrutando durante gran parte de nuestra vida.... exagerad@s, nos llaman quienes nos conocen.
No creo que la vida sea un camino de rosas, de la misma forma que tampoco considero que lo sea de espinas. Simplemente, mirado de la manera más objetiva posible, se trata de una senda cambiante, versátil en ocasiones, que nos proporciona sorpresas inesperadas, algunas buenas y otras no tanto.
Tampoco creo que la felicidad sea un estado perpetuo de alegría y ausente de malestar. Pienso que se disfruta mucho más en su búsqueda que en su hipotético encuentro.., y ante esto sí que es mucho más importante la actitud que mostremos ante esta senda vital y todo lo que pueda acaecer a lo largo de su tránsito.
En todo caso, en el momento en el que aparecen las espinas en el camino, debemos permitirnos el lujo de sentir el dolor. Y digo bien: "el lujo", porque en ocasiones preferimos optar por la huída en búsqueda de la tan ansiada felicidad, sin pararnos a sentir lo que es lógico sentir en ese momento: dolor.
Cuando nos detenemos en este sentimiento cuando las experiencias que estamos viviendo son percibidas como altamante negativas, es cuando acabamos poseyendo mayor capacidad de análisis y reflexión, de tal forma que poco a poco vamos desintegrando positivamente todas aquellas creencias que hasta ese entonces hemos estado manteniendo, y por cuyo motivo, hemos podido llegar a la situación de casi desesperación actual.
Lejos de hundirnos, las malas experiencias pueden suponer una balsa para acabar saliendo no sólo a flote, sino con una consistencia mucho más consolidada y férrea incluso.
Cuando escribo estas líneas, lo hago desde mi perspectiva personal... aunque he de reconocer que cuesta un poquito más cuando la perspectiva cambia hacia mi visión de madre: me apetecería quitarles el dolor, evitarles el sufrimiento, sentir su felicidad por encima de cualquier mala experiencia... pero también sé que eso no está en mi mano, y si lo estuviese, realmente tampoco sería algo que les sirviese para seguir creciendo en plenitud.
¿Qué debemos hacer entonces ante su sufrimiento? ¿Dejarles sol@s? ¿Esperar a que pase?
Tenemos una gran responsabilidad ante sus malas experiencias, y no es otra que la de ser su soporte, su apoyo, su hombro sobre el que llorar, su lucha, su dignidad,... la persona que les aportará todo el cariño que necesiten mientras pasan por ese proceso.
Si encuentran en nosotr@s, su FAMILIA, todo eso... no habrá malas experiencias en el mundo que puedan hundirles de manera definitiva, ni mucho menos. Saldrán reforzad@s y con mucha más confianza en sí mism@s... para ello.... debemos empezar por lo más importante: CONFIAR EN ELL@S.