Una de las señas de identidad de las Altas Capacidades en torno a la que más frecuentemente se viene hablando es del desarrollo emocional.
Cuando desde las familias nos percatamos que nuestr@s niñ@s no son como los demás, no siempre estamos aludiendo precisamente a que desarrollan tempranamente habilidades. En la mayoría de las ocasiones me atrevería a decir que es otra cosa bien diferente que a veces no sabemos muy bien como explicar, es un "algo" que percibimos cuando vemos interactuar a otr@s niñ@s y nos damos cuenta de que el nuestr@ es diferente. Asimismo, también nos suele llamar la atención cuando conocemos a otr@s niñ@s con altas capacidades, e incluso nos llegamos a sorprender por la forma en la que nos recuerdan al nuestr@.
Ese "algo" nos puede enorgullecer y preocupar al mismo tiempo.
Enorgullecer, porque vemos reacciones en ocasiones de una madurez asombrosa para su edad, como que a los 2 años se preocupe por qué hacer con una niña que acaba de caerse en el parque y quiere ayudarla, o que piense en cómo ayudar a su amiga del cole porque hay un niño que se mete con ella y la hace llorar... ante este tipo de reacciones, por un lado, no podemos evitar pensar que "algo estamos haciendo bien en la manera de educarles", aunque también es cierto que en el fondo sabemos que ell@s mism@s desarrollan esa sensibilidad, y que no ha hecho falta que nadie externo se lo indique, como si les saliese del corazón antes que del cerebro.
Preocupar, porque también sabemos que en este mundo, hay veces que quien pone la cara, es al primero a quien se la parten. Y tenemos que hacer un verdadero esfuerzo para hacerles entender que eso que están haciendo está muy bien, aunque nos invada un miedo inmenso ante la idea de que alguien les acabe haciendo daño.
Les conocemos. Sabemos que su sensibilidad les puede hacer reaccionar de manera noble con la misma intensidad con la que pueden llegar a sufrir e incluso enfadar ante la frustración que genera la incomprensión de su manera de sentir y de actuar en consecuencia.
A veces, este tipo de situaciones nos afectan también en la vida adulta, así que supuestamente deberíamos estar más capacitad@s para convertirnos precisamente en las personas que más les comprendan y apoyen... Ahora bien: si nadie nos ha enseñado a nosotr@s ¿cómo podemos ser su guía en el camino de la adecuada gestión emocional? ¿cómo mostrarles la manera óptima de desarrollar su asertividad?
Desde luego, no se trata de estipular cómo han de ser, sino de aceptar cómo son.
Sin embargo, hay ciertas cuestiones que no forman parte de su ser, sino de su actuar, aunque obviamente ambas están íntimamente relacionadas.
En el actuar sí que nos podemos centrar, al menos para analizar los motivos y poder en todo caso encauzar una actuación en consecuencia para apoyar al niño/a o a su familia.
Concretamente en esta ocasión, me voy a centrar en dos aspectos de sus reacciones emocionales, que podemos intentar guiar hacia un desarrollo asertivo:
1. Las reacciones de agresividad
2. Las reacciones de pasividad
Las reacciones de agresividad
** Reacciones de agresividad "por impulso"
Cuando nos enfadamos, solemos manifestarlo con reacciones de enfado lógicamente, incluso de ira si el sentimiento que nos ha evocado es o lo percibimos como muy intenso.
No se trata de coartar lo que sienten (sería absurdo), sino de comprenderlo en primera instancia, para luego poder actuar.
Comprender no significa justificar, ni "dejarlo pasar", sino en todo caso, no juzgar los sentimientos de la otra persona. Implica por tanto efectuar un análisis de la situación, y aplicando la empatía, ponerse en su lugar, lo cual suele resultar muy complicado puesto que en la edad adulta, tendemos a olvidar con relativa facilidad aquello que sentíamos cuando éramos niñ@s y solemos "juzgar" lo que observamos en la infancia desde una perspectiva actual y de personas mayores.
Una vez que hayamos comprendido cómo se siente, lo más adecuado en todo caso es analizar las reacciones de su entorno, incluyéndonos a nosotr@s mism@s... cuando disculpamos a un@ niñ@ que ha pegado a otr@ porque "el otro pegó primero" estamos justificando su reacción, lo cual hace que quienes realmente debamos modificar nuestra actitud, seamos nosotr@s mism@s.
Tenemos que tener en cuenta ante todo que sea de la índole que sea, o esté detrás el motivo que esté, cuando alguien desarrolla agresividad ante otra persona, está faltándole al respeto porque está intentando imponer por la fuerza su propio criterio e intenta quedar "por encima".
En ocasiones se define a las personas con altas capacidades como impulsivas, lo cual nos puede llevar a cometer el error de fomentar la creencia de que todo lo que hace y experimenta en su vida es debido a un impulso. Craso error. Dependiendo de cada persona (niñ@ o adult@), esa impulsividad puede ser una seña de identidad o por contra se puede manifestar sólo ante determinados contextos, especialmente en aquellos que le aportan mayor seguridad (con mayor probabilidad en aquellas personas con tendencia introvertida).
Esto nos lleva a entender que no tod@s l@s niñ@s con altas capacidades tienen reacciones agresivas de manera impulsiva... de hecho, lo que puede suceder (tal y como me definió una niña de 6 años en una ocasión ;) ) es que tengan más paciencia que el Santo Job. Pero llega un límite en el que no se soporta ni un segundo más y el estallido es monumental.
No tiene por qué ser frecuente, pero obviamente, sí muy llamativo e inesperado desde el punto de vista del observador externo, que se limita a ser testigo de una reacción emocional considerada impropia para esa persona.
Las reacciones de pasividad
Suele ser muy llamativo (y doloroso para padres y madres) ser testigos de la pasividad con la que algun@s niñ@s con altas capacidades reaccionan ante las burlas, gritos e incluso desprecios de algun@s compañer@s (e incluso profes u otras personas adultas).
La primera reacción que se suele tener es la de angustia, seguido de un deseo de reacción por parte del niño/a... sea la que sea, pero que no permanezca con esa pasividad. Además suele ir acompañada de una comunicación no verbal muy explícita: una mirada de tristeza que nos parte el alma, un bloqueo que le impide incluso el movimiento, perplejidad, incomprensión...
Hemos de llevar a cabo pasos similares a los descritos ante las reacciones agresivas: observemos y analicemos la situación.
En ocasiones se tiende a pensar que ese tipo de reacciones es típica de niñ@s sobreprotegid@s y muy vinculados a su padre o a su madre, pero nada más lejos de la realidad. Esta creencia es peligrosa en el sentido en que la reacción o el "consejo" inmediato suele ser el de que tenemos que dejarlos ser más independientes y no "mimarlos tanto".... ¿a nadie se le puede haber ocurrido que simplemente pueda tener que ver con un desarrollo emocional asíncrono?
Puede tratarse de un@ niñ@ con la suficiente capacidad como para no poder evitar que no se le escape ni una sola de las reacciones que el entorno tiene hacia él/ella, pero al mismo tiempo, no encontrarse preparad@ emocionalmente para entender el motivo de dichas reacciones. Y eso... resulta doloroso.
Es probable que esté anteponiendo sus propios derechos en favor de los de los demás porque aún no ha conseguido desarrollar ese equilibrio necesario entre el respeto por los demás y la defensa de sus propias necesidades y derechos. Por eso el apoyo que proporcionemos especialmente desde la familia en esos casos, será fundamental, de la misma forma que lo será la reacción que podamos tener.
Cuando desde las familias nos percatamos que nuestr@s niñ@s no son como los demás, no siempre estamos aludiendo precisamente a que desarrollan tempranamente habilidades. En la mayoría de las ocasiones me atrevería a decir que es otra cosa bien diferente que a veces no sabemos muy bien como explicar, es un "algo" que percibimos cuando vemos interactuar a otr@s niñ@s y nos damos cuenta de que el nuestr@ es diferente. Asimismo, también nos suele llamar la atención cuando conocemos a otr@s niñ@s con altas capacidades, e incluso nos llegamos a sorprender por la forma en la que nos recuerdan al nuestr@.
Ese "algo" nos puede enorgullecer y preocupar al mismo tiempo.
Enorgullecer, porque vemos reacciones en ocasiones de una madurez asombrosa para su edad, como que a los 2 años se preocupe por qué hacer con una niña que acaba de caerse en el parque y quiere ayudarla, o que piense en cómo ayudar a su amiga del cole porque hay un niño que se mete con ella y la hace llorar... ante este tipo de reacciones, por un lado, no podemos evitar pensar que "algo estamos haciendo bien en la manera de educarles", aunque también es cierto que en el fondo sabemos que ell@s mism@s desarrollan esa sensibilidad, y que no ha hecho falta que nadie externo se lo indique, como si les saliese del corazón antes que del cerebro.
Preocupar, porque también sabemos que en este mundo, hay veces que quien pone la cara, es al primero a quien se la parten. Y tenemos que hacer un verdadero esfuerzo para hacerles entender que eso que están haciendo está muy bien, aunque nos invada un miedo inmenso ante la idea de que alguien les acabe haciendo daño.
Les conocemos. Sabemos que su sensibilidad les puede hacer reaccionar de manera noble con la misma intensidad con la que pueden llegar a sufrir e incluso enfadar ante la frustración que genera la incomprensión de su manera de sentir y de actuar en consecuencia.
A veces, este tipo de situaciones nos afectan también en la vida adulta, así que supuestamente deberíamos estar más capacitad@s para convertirnos precisamente en las personas que más les comprendan y apoyen... Ahora bien: si nadie nos ha enseñado a nosotr@s ¿cómo podemos ser su guía en el camino de la adecuada gestión emocional? ¿cómo mostrarles la manera óptima de desarrollar su asertividad?
Desde luego, no se trata de estipular cómo han de ser, sino de aceptar cómo son.
Sin embargo, hay ciertas cuestiones que no forman parte de su ser, sino de su actuar, aunque obviamente ambas están íntimamente relacionadas.
En el actuar sí que nos podemos centrar, al menos para analizar los motivos y poder en todo caso encauzar una actuación en consecuencia para apoyar al niño/a o a su familia.
Concretamente en esta ocasión, me voy a centrar en dos aspectos de sus reacciones emocionales, que podemos intentar guiar hacia un desarrollo asertivo:
1. Las reacciones de agresividad
2. Las reacciones de pasividad
Las reacciones de agresividad
** Reacciones de agresividad "por impulso"
Cuando nos enfadamos, solemos manifestarlo con reacciones de enfado lógicamente, incluso de ira si el sentimiento que nos ha evocado es o lo percibimos como muy intenso.
No se trata de coartar lo que sienten (sería absurdo), sino de comprenderlo en primera instancia, para luego poder actuar.
Comprender no significa justificar, ni "dejarlo pasar", sino en todo caso, no juzgar los sentimientos de la otra persona. Implica por tanto efectuar un análisis de la situación, y aplicando la empatía, ponerse en su lugar, lo cual suele resultar muy complicado puesto que en la edad adulta, tendemos a olvidar con relativa facilidad aquello que sentíamos cuando éramos niñ@s y solemos "juzgar" lo que observamos en la infancia desde una perspectiva actual y de personas mayores.
Una vez que hayamos comprendido cómo se siente, lo más adecuado en todo caso es analizar las reacciones de su entorno, incluyéndonos a nosotr@s mism@s... cuando disculpamos a un@ niñ@ que ha pegado a otr@ porque "el otro pegó primero" estamos justificando su reacción, lo cual hace que quienes realmente debamos modificar nuestra actitud, seamos nosotr@s mism@s.
Tenemos que tener en cuenta ante todo que sea de la índole que sea, o esté detrás el motivo que esté, cuando alguien desarrolla agresividad ante otra persona, está faltándole al respeto porque está intentando imponer por la fuerza su propio criterio e intenta quedar "por encima".
Lenguaje no verbal: mirada agresiva, fija, aumento del volumen de la voz, gestos o posturas de amenaza, etc.
Consecuencias: positivas (a corto plazo) porque la persona consigue sus propósitos, dejando los derechos de los demás y negativas porque la persona puede experimentar sentimientos de culpabilidad. Negativas (a largo plazo), pues puede ir acumulando tensión en sus relaciones con los demás, o rencor por parte de éstos. (Fte: http://www.saludality.com/evitando-conflictos-a-traves-de-la-asertividad/)
** Reacciones de agresividad tras periodos de "paciencia infinita"Consecuencias: positivas (a corto plazo) porque la persona consigue sus propósitos, dejando los derechos de los demás y negativas porque la persona puede experimentar sentimientos de culpabilidad. Negativas (a largo plazo), pues puede ir acumulando tensión en sus relaciones con los demás, o rencor por parte de éstos. (Fte: http://www.saludality.com/evitando-conflictos-a-traves-de-la-asertividad/)
En ocasiones se define a las personas con altas capacidades como impulsivas, lo cual nos puede llevar a cometer el error de fomentar la creencia de que todo lo que hace y experimenta en su vida es debido a un impulso. Craso error. Dependiendo de cada persona (niñ@ o adult@), esa impulsividad puede ser una seña de identidad o por contra se puede manifestar sólo ante determinados contextos, especialmente en aquellos que le aportan mayor seguridad (con mayor probabilidad en aquellas personas con tendencia introvertida).
Esto nos lleva a entender que no tod@s l@s niñ@s con altas capacidades tienen reacciones agresivas de manera impulsiva... de hecho, lo que puede suceder (tal y como me definió una niña de 6 años en una ocasión ;) ) es que tengan más paciencia que el Santo Job. Pero llega un límite en el que no se soporta ni un segundo más y el estallido es monumental.
No tiene por qué ser frecuente, pero obviamente, sí muy llamativo e inesperado desde el punto de vista del observador externo, que se limita a ser testigo de una reacción emocional considerada impropia para esa persona.
Las reacciones de pasividad
Suele ser muy llamativo (y doloroso para padres y madres) ser testigos de la pasividad con la que algun@s niñ@s con altas capacidades reaccionan ante las burlas, gritos e incluso desprecios de algun@s compañer@s (e incluso profes u otras personas adultas).
La primera reacción que se suele tener es la de angustia, seguido de un deseo de reacción por parte del niño/a... sea la que sea, pero que no permanezca con esa pasividad. Además suele ir acompañada de una comunicación no verbal muy explícita: una mirada de tristeza que nos parte el alma, un bloqueo que le impide incluso el movimiento, perplejidad, incomprensión...
Hemos de llevar a cabo pasos similares a los descritos ante las reacciones agresivas: observemos y analicemos la situación.
En ocasiones se tiende a pensar que ese tipo de reacciones es típica de niñ@s sobreprotegid@s y muy vinculados a su padre o a su madre, pero nada más lejos de la realidad. Esta creencia es peligrosa en el sentido en que la reacción o el "consejo" inmediato suele ser el de que tenemos que dejarlos ser más independientes y no "mimarlos tanto".... ¿a nadie se le puede haber ocurrido que simplemente pueda tener que ver con un desarrollo emocional asíncrono?
Puede tratarse de un@ niñ@ con la suficiente capacidad como para no poder evitar que no se le escape ni una sola de las reacciones que el entorno tiene hacia él/ella, pero al mismo tiempo, no encontrarse preparad@ emocionalmente para entender el motivo de dichas reacciones. Y eso... resulta doloroso.
Es probable que esté anteponiendo sus propios derechos en favor de los de los demás porque aún no ha conseguido desarrollar ese equilibrio necesario entre el respeto por los demás y la defensa de sus propias necesidades y derechos. Por eso el apoyo que proporcionemos especialmente desde la familia en esos casos, será fundamental, de la misma forma que lo será la reacción que podamos tener.
Lenguaje no verbal asociado: bajar la mirada, voz vacilante, movimientos corporales nerviosos o inapropiados, etc.
Consecuencias: La persona pasiva se siente incomprendida, manipulada, con sentimientos de culpa, depresión, baja autoestima, etc. El interlocutor no sabe si se está o no aprovechando de la persona que no está diciendo realmente lo que quiere decir, además se puede sentir cargado de responsabilidad, porque es él quien tiene que tomar las decisiones. (Fte: http://www.saludality.com/evitando-conflictos-a-traves-de-la-asertividad/)
En conclusión....
“La asertividad es la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás. Negociando con ellos su cumplimiento”.
La conducta asertiva
Lo primero de todo es tener claros nuestros objetivos, qué queremos conseguir, o los límites que no queremos que traspasen, hasta dónde estamos dispuestos a aceptar. Es importante que valoremos si nuestro objetivo es más importante que “quedar bien” con el otro o “quedar por encima del otro”. Estas dos reacciones tienen premio, pero sólo en el corto plazo. Durante la conversación, no pierdas de vista el objetivo.
Otro aspecto importante es no tener prejuicios sobre las intenciones del otro. Esto puede enturbiar nuestro comportamiento y reaccionar de forma negativa. Sobre todo hay que mantener la calma y recordar que debemos tratar de entender las verdaderas necesidades del otro.
Elegir el momento y lugar adecuado. Normalmente, las situaciones conflictivas no se planean. Si tu reacción no ha sido la deseada, piensa en crearte una segunda oportunidad para hacer ver tu opinión a la otra persona. No te lo guardes!!.
Preparar las líneas generales de lo que vamos a decir. Puedes escribirlo e incluso después, ensayarlo.
Los pasos clave de un diálogo asertivo son:
1. Describir los hechos concretos. Tal como han ocurrido, de modo que el otro no pueda negarlos o rebatirlos. Por ejemplo: no se trata de decir “eres un irresponsable que llegas siempre tarde” sino “la última semana has llegado 3 días 1 hora tarde”. Huir de juicios de valor.
2. Manifestar nuestros sentimientos y pensamientos. Es decir, comunicar de forma contundente y clara cómo nos hace sentir aquello que ha ocurrido. Lo que sientes tú es imposible que nadie lo rebata. En lugar de decir “me tienes harto y no quiero verte más” puedes decir “me siento decepcionado y triste por esos retrasos”.
3. Pedir de forma concreta lo que esperamos del otro. En lugar de decir “quiero que respectes más el trabajo de tus compañeros o los horarios de la oficina”, puedes decir “quiero que todos los días llegues a tu hora, que son las 9:00. Son conductas concretas que el otro puede entender y hacer.
4. El Banco de Niebla y el Disco Rayado. En el momento en el que tenemos que hablar al otro podemos utilizar el Banco de Niebla (dar la razón al otro en lo que está diciendo: “puede que lleves razón; pero…” y a continuación dices y repites si hace falta (Disco Rayado) aquello que no pudiste decir o donde fuiste interrumpido. Aunque parezca una tontería, es efectivo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario