Objetividad.... Objetividad.... Objetividad.... Hasta la saciedad pude oír esta palabra a lo largo de toda la carrera cuando aún era estudiante. Si no somos personas objetivas, si dejamos que nuestras emociones medien a la hora de aportar una solución ante un conflicto que nos pueda ser planteado, perderemos la capacidad de ser buen@s terapeutas. Ese sería el motivo por el que yo no podría ejercer de psicóloga (en un sentido estrictamente clínico) con ninguno de mis hijos, con mi marido, mi padre, mi madre, mi hermano, mi tío, mis abuelos, mis sobrin@s.... ni un@ amig@ o vecin@ por el que sienta aprecio. Porque cuando me cuenten sus problemas, yo podría acabar siendo parte del problema.
Ahora bien, esto ha hecho que con el tiempo me llegue a formular otra pregunta: ¿existe realmente la objetividad? ¿podemos ser capaces de observar un hecho en el que haya otras personas implicadas y mantenernos distantes? ¿hallaremos la manera de observar una situación y procesar esos datos en función de información ya adquirida (mediante el estudio, no por experiencia vital) como si de un ordenador se tratara? Las conclusiones que he podido extraer van más encaminadas a que la comunidad científica se equivoca si adopta un paradigma que le impida aportar aquello que hace que nos demos cuenta de que estamos vivos y razonamos: las emociones y los sentimientos.
Objetividad y credibilidad
En mi opinión, por tanto, la objetividad tal y como se viene entendiendo hoy en día no existe. En todo caso, gracias a la mediación de la capacidad de empatía personal, podemos ser capaces de entender ciertos fenómenos que no hemos llegado a experimentar de manera individual (y por tanto, subjetivamente).
Si nos esforzamos por entenderlo así, el hecho de poder entender un asunto determinado sería una cualidad "pseudo-objetiva", aunque desde una perspectiva de aporte subjetivo y emocional, que en definitiva sería la base que sustenta el propio concepto de empatía, y por ello, no perder en absoluto su credibilidad (ni cientificidad).
Voy a poner un ejemplo: cuando tenía 20 años, viví en primera persona una experiencia que he de reconocer que aún hoy en día si me paro a pensar en ello, aún se me saltan las lágrimas. Una gran amiga mía falleció en accidente de tráfico. Recuerdo que cada vez que veía a su madre, incluso aunque ya hubiesen pasado 7 años desde aquello, ella se echaba a llorar como si hubiese sucedido ayer mismo. Siempre comprendí que perder a una hija debía ser la experiencia más dura por la que una madre puede llegar a pasar en la vida... y esta aproximación empática hacia los sentimientos de esa mujer se ha ido incrementando por mi parte con los años. Es decir, desde el momento en el que fui madre yo también no sólo he llegado a entender cómo se siente, sino que además la he comprendido. Creo que esa mujer no necesitaba oír "tienes que salir adelante", "recuerda que tienes otro hijo" o "son fatalidades del destino"... la objetividad de esa teoría tod@s la conocemos y sabemos que así ha de ser. Creo que lo que más necesitaba era la subjetividad de tener un hombro sobre el que poder desahogarse, sentirse escuchada, querida, apreciada y acompañada en el camino de su continua lucha vital, sin otro sermón más que escuchar.
Desde la corriente científica imperante, se nos recuerda constantemente que no se puede perder la objetividad para hacer un buen trabajo. Siento discrepar a este respecto, especialmente en aquellas profesiones en las que nuestra labor va destinada a la mejora de la calidad de vida de todo ser humano. Quisiera que en lugar de sonrojarnos al reconocer "que no hemos sido del todo objetiv@s", nos llegáramos a avergonzar por "no haber sido del todo empátic@s".
Objetividad en la evaluación de la alta capacidad intelectual
En teoría, cualquier profesional que se precie podría estar preparado para evaluar a un@ niñ@ con posible alta capacidad intelectual. Pero ¿realmente es así? Todas las personas implicadas de una u otra forma y de manera personal con este tema, sabemos que no es así.
No existe hoy en día la posibilidad de especializarse en este ámbito, quizá porque no hay un acuerdo común en lo que al propio concepto de capacidad intelectual se refiere.
Se confunde con demasiada facilidad términos como "inteligencia" y "nivel de cultura". Lo segundo pienso que es más susceptible de cambio que lo primero. Por eso cuando a una persona se le pasa un test de inteligencia hoy y se le vuelve a pasar el mismo dentro de 5 años, hay una probabilidad de que varíe su CI. Lógico: su nivel de conocimientos es probable que haya variado a lo largo de esta lapso de tiempo.
Pero si tenemos en cuenta otra serie de variables, nos acabaríamos dando cuenta de que la capacidad de esta persona, entendida como potencialidad es invariable con el paso del tiempo. Es decir, una persona que no haya tenido posibilidad de estudiar, puede no manejar con destreza las cuentas matemáticas. Pero si posee un talento especial para el manejo del cálculo, va a ser capaz de desarrollarlo de manera brillante aun cuando tenga 80 años. Llevo varios años siendo monitora de entrenamiento de la memoria para personas ancianas y cada día me sorprendo gratamente con la capacidad intelectual de algunas de ellas, las cuales en su mayoría no fueron a la escuela más de 3 ó 4 años (y con suerte).
Ciertamente es un tema controvertido. Y probablemente susceptible de amplias críticas... sólo pido una vez más reflexión personal y profunda acerca de hacia dónde nos podemos estar dirigiendo si no empezamos a luchar por encontrar el lado más humano de toda ciencia.
Objetividad y credibilidad
En mi opinión, por tanto, la objetividad tal y como se viene entendiendo hoy en día no existe. En todo caso, gracias a la mediación de la capacidad de empatía personal, podemos ser capaces de entender ciertos fenómenos que no hemos llegado a experimentar de manera individual (y por tanto, subjetivamente).
Si nos esforzamos por entenderlo así, el hecho de poder entender un asunto determinado sería una cualidad "pseudo-objetiva", aunque desde una perspectiva de aporte subjetivo y emocional, que en definitiva sería la base que sustenta el propio concepto de empatía, y por ello, no perder en absoluto su credibilidad (ni cientificidad).
Voy a poner un ejemplo: cuando tenía 20 años, viví en primera persona una experiencia que he de reconocer que aún hoy en día si me paro a pensar en ello, aún se me saltan las lágrimas. Una gran amiga mía falleció en accidente de tráfico. Recuerdo que cada vez que veía a su madre, incluso aunque ya hubiesen pasado 7 años desde aquello, ella se echaba a llorar como si hubiese sucedido ayer mismo. Siempre comprendí que perder a una hija debía ser la experiencia más dura por la que una madre puede llegar a pasar en la vida... y esta aproximación empática hacia los sentimientos de esa mujer se ha ido incrementando por mi parte con los años. Es decir, desde el momento en el que fui madre yo también no sólo he llegado a entender cómo se siente, sino que además la he comprendido. Creo que esa mujer no necesitaba oír "tienes que salir adelante", "recuerda que tienes otro hijo" o "son fatalidades del destino"... la objetividad de esa teoría tod@s la conocemos y sabemos que así ha de ser. Creo que lo que más necesitaba era la subjetividad de tener un hombro sobre el que poder desahogarse, sentirse escuchada, querida, apreciada y acompañada en el camino de su continua lucha vital, sin otro sermón más que escuchar.
Desde la corriente científica imperante, se nos recuerda constantemente que no se puede perder la objetividad para hacer un buen trabajo. Siento discrepar a este respecto, especialmente en aquellas profesiones en las que nuestra labor va destinada a la mejora de la calidad de vida de todo ser humano. Quisiera que en lugar de sonrojarnos al reconocer "que no hemos sido del todo objetiv@s", nos llegáramos a avergonzar por "no haber sido del todo empátic@s".
Objetividad en la evaluación de la alta capacidad intelectual
En teoría, cualquier profesional que se precie podría estar preparado para evaluar a un@ niñ@ con posible alta capacidad intelectual. Pero ¿realmente es así? Todas las personas implicadas de una u otra forma y de manera personal con este tema, sabemos que no es así.
No existe hoy en día la posibilidad de especializarse en este ámbito, quizá porque no hay un acuerdo común en lo que al propio concepto de capacidad intelectual se refiere.
Se confunde con demasiada facilidad términos como "inteligencia" y "nivel de cultura". Lo segundo pienso que es más susceptible de cambio que lo primero. Por eso cuando a una persona se le pasa un test de inteligencia hoy y se le vuelve a pasar el mismo dentro de 5 años, hay una probabilidad de que varíe su CI. Lógico: su nivel de conocimientos es probable que haya variado a lo largo de esta lapso de tiempo.
Pero si tenemos en cuenta otra serie de variables, nos acabaríamos dando cuenta de que la capacidad de esta persona, entendida como potencialidad es invariable con el paso del tiempo. Es decir, una persona que no haya tenido posibilidad de estudiar, puede no manejar con destreza las cuentas matemáticas. Pero si posee un talento especial para el manejo del cálculo, va a ser capaz de desarrollarlo de manera brillante aun cuando tenga 80 años. Llevo varios años siendo monitora de entrenamiento de la memoria para personas ancianas y cada día me sorprendo gratamente con la capacidad intelectual de algunas de ellas, las cuales en su mayoría no fueron a la escuela más de 3 ó 4 años (y con suerte).
Ciertamente es un tema controvertido. Y probablemente susceptible de amplias críticas... sólo pido una vez más reflexión personal y profunda acerca de hacia dónde nos podemos estar dirigiendo si no empezamos a luchar por encontrar el lado más humano de toda ciencia.
Sonia, ¡cuánto coincido contigo sobre el tema de la objetividad! Quizás porque la tan demandada "neutralidad" siempre me ha sonado un poco a "frialdad", y mi personalidad no me la permite.
ResponderEliminarPuede que el otro extremo, la hipersensibilidad, tampoco sea lo más adecuado para ningún tipo de valoración o ayuda, pero solo soy capaz de ponerme en situación y tratar de dar un mínimo apoyo desde lo afectivo, de ahí que valore la capacidad de empatía muchísimo más que la de esa anhelada objetividad.
No creo equivocarme mucho, mi día a día en el trabajo entre situaciones sociales, familiares y personales de muy variada índole me van dando la experiencia suficiente para constatar eso que tu explicas tan bien: que lejos de arrinconar el lado humano deberíamos potenciarlo.
Un abrazo.
PD- Me gusta mucho el nuevo aspecto del blog, transmite frescura, que es lo que nos aporta el contenido. ;-)
Honestamente, no concibo un trabajo en el que haya una persona cerca de ti, que además muestra su vulnerabilidad (por un problema de salud físico o un problema más de índole psicológico) y no poder mostrar nuestro lado más humano.
EliminarCreo que una cosa es aprender a no implicarse emocional y personalmente con cada problema, y otra cosa muy diferente no mostrar unos mínimos de afecto, que toda persona podemos estar necesitando especialmente ante determinadas circunstancias.
Siempre es un placer contar con tu colaboración, Laura.
¡Un beso! :-)