A lo largo de un cierto tiempo vengo realizándome una serie de preguntas, en cuyas respuestas (o al menos la reflexión que necesariamente hay que llevar a cabo para lograrlas) pueda apoyarme para llegar a entender un poco más a conciencia el concepto de "inteligencia". Porque pienso que hasta que no nos centremos de manera eficaz sobre este concepto, que aunque intangible, en absoluto es abstracto, no lograremos la tan ansiada comprensión. Y en consecuencia, los instrumentos utilizados para su medida seguirán poseyendo demasiadas taras.
Y precisamente creo que nos acercaremos un poco más a la realidad del constructo "inteligencia" cuando empecemos a entenderlo en términos algo más cualitativos que cuantitativos. Es decir, que no nos preguntemos tanto CUÁNTA inteligencia puede poseer una persona, y optemos más por el CÓMO ese individuo desarrolla y utiliza su capacidad intelectual. Asimismo, también CÓMO resulta de diferente cuando esa persona posee alta capacidad intelectual. Porque quizá deberíamos llegar a plantearnos que en realidad no sólo supone ser más rápid@ que alguien tenga una inteligencia comúnmente denominada "normal" (aunque pienso que "habitual" es una palabra más adecuada a este respecto). La rapidez de respuesta está más ligada a la práctica que a la capacidad en sí misma.
Voy a poner un ejemplo: mi hijo empezó a hacer puzles cuando aún no había cumplido los 2 años de edad. Dicha cualidad fue desarrollándola progresivamente conforme crecía, pero lo más llamativo del asunto en cuestión ya no resulta lo tempranamente que empezó a desarrollar sus capacidades (o habilidades) visoespaciales. Lo que ha sido mucho más interesante que esto, es precisamente que nadie le enseñó, lo cual implica que él mismo los llevaba a cabo a su manera, la cual siempre ha sido sustancialmente diferente a lo que hasta el momento había venido observando en las demás personas de mi entorno. Él no empezaba los puzles por las esquinas, para seguir por los bordes y continuar a partir de ahí observando de vez en cuando el dibujo orientativo de la caja. Comenzaba tirando todas las piezas, poniéndolas de tal forma que pudiera ver la parte del dibujo y, prescindiendo de la imagen final que había de conseguir como orientación, comenzaba a encajar piezas de tal forma que él mismo entendiera su propio método. Y al finalizarlo, lo primero que hacía (y aún hace, aunque ahora con 5 años, su abanico de intereses es mayor) era llamarme para enseñarme su logro. Lo segundo, destrozarlo para hacerlo de nuevo. Eso sí... con otro método diferente. Perfeccionando la técnica :-)
Por eso, pienso que lo que menos importa realmente no es que el niño tenga MÁS inteligencia que los demás, sino que aquellas personas que le rodeamos, en todo caso, nos esforcemos por observar CÓMO hace las cosas y supongamos un apoyo a sus habilidades. Sin temer a lo desconocido. Sin prejuicios sobre los que orientar nuestra labor educativa y docente. Entendiendo que esa persona que tiene delante, no sólo hace sumas y restas antes que los demás niñ@s, o lee a la perfección cuando la mayoría de sus compañer@s aún silabean. Esto puede ser lo más llamativo, pero no necesariamente lo más importante. Lo que esa persona necesita, tenga la edad que tenga, seguramente sea sentirse aceptada, escuchada y por qué no decirlo, también admirada cuando consigue un nuevo logro o desarrolla un pensamiento complejo. Y poder compartirlo con los demás. No olvidemos que la autoestima es una noción que está en continua evolución y para la cual se necesita no sólo de esfuerzo personal, sino también de apoyo social.
Porque cuando alguien, con toda la "buena intención" del mundo, pretendía orientar a mi niño para que ese puzle se hiciese "correctamente" (es decir, indicarle el método tradicional para desarrollarlo), lejos de ayudarle, lo que conseguía era que el resultado no acabase siendo tan satisfactorio como cuando se le dejaba que desplegara sus alas, sintiéndose tremendamente orgulloso de sí mismo, y simplemente.... empezara a volar.
Y precisamente creo que nos acercaremos un poco más a la realidad del constructo "inteligencia" cuando empecemos a entenderlo en términos algo más cualitativos que cuantitativos. Es decir, que no nos preguntemos tanto CUÁNTA inteligencia puede poseer una persona, y optemos más por el CÓMO ese individuo desarrolla y utiliza su capacidad intelectual. Asimismo, también CÓMO resulta de diferente cuando esa persona posee alta capacidad intelectual. Porque quizá deberíamos llegar a plantearnos que en realidad no sólo supone ser más rápid@ que alguien tenga una inteligencia comúnmente denominada "normal" (aunque pienso que "habitual" es una palabra más adecuada a este respecto). La rapidez de respuesta está más ligada a la práctica que a la capacidad en sí misma.
Voy a poner un ejemplo: mi hijo empezó a hacer puzles cuando aún no había cumplido los 2 años de edad. Dicha cualidad fue desarrollándola progresivamente conforme crecía, pero lo más llamativo del asunto en cuestión ya no resulta lo tempranamente que empezó a desarrollar sus capacidades (o habilidades) visoespaciales. Lo que ha sido mucho más interesante que esto, es precisamente que nadie le enseñó, lo cual implica que él mismo los llevaba a cabo a su manera, la cual siempre ha sido sustancialmente diferente a lo que hasta el momento había venido observando en las demás personas de mi entorno. Él no empezaba los puzles por las esquinas, para seguir por los bordes y continuar a partir de ahí observando de vez en cuando el dibujo orientativo de la caja. Comenzaba tirando todas las piezas, poniéndolas de tal forma que pudiera ver la parte del dibujo y, prescindiendo de la imagen final que había de conseguir como orientación, comenzaba a encajar piezas de tal forma que él mismo entendiera su propio método. Y al finalizarlo, lo primero que hacía (y aún hace, aunque ahora con 5 años, su abanico de intereses es mayor) era llamarme para enseñarme su logro. Lo segundo, destrozarlo para hacerlo de nuevo. Eso sí... con otro método diferente. Perfeccionando la técnica :-)
Porque cuando alguien, con toda la "buena intención" del mundo, pretendía orientar a mi niño para que ese puzle se hiciese "correctamente" (es decir, indicarle el método tradicional para desarrollarlo), lejos de ayudarle, lo que conseguía era que el resultado no acabase siendo tan satisfactorio como cuando se le dejaba que desplegara sus alas, sintiéndose tremendamente orgulloso de sí mismo, y simplemente.... empezara a volar.
Lo de los puzles me hizo ver la gran diferencia entre su visión de las cosas y la mía, las esquinas no tienen sentido a menos que formen parte de lo que monta, suelen quedar para el final.
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