El término "perfecta" suele asustar un poco. Lógicamente entendemos la perfección como una utopía, una meta hacia la que tender, más que un objetivo claro a conseguir. ¿Qué es la perfección? ¿Hay una definición universal, válida para todas las personas, con independencia de la cultura?
En ocasiones, creemos que tener una vida perfecta es equiparable a felicidad absoluta. Desde este punto de vista, cabe obviamente concluir que no podemos tener una vida perfecta, y por lo tanto, la felicidad no existe, y viceversa. Con este razonamiento, sí será difícil encontrar la felicidad, aun buscándola 24 horas al día, especialmente porque la búsqueda no se encamine por el cauce adecuado. La búsqueda se torna infructuosa día tras día, y de ahí al sentimiento de desesperación hay un paso.
Se nos ha educado más en la humildad que en la autoestima, propiamente dicha. Y lo cierto es que suelo ser bastante crítica con la idea de que la humildad sea un valor a perseguir, especialmente porque es una palabra que fácilmente se confunde con "humillación" personal. Nuestras capacidades intelectuales y sociales no nos colocan en un plano superior o inferior ante los demás, sólo ante nosotros mismos. Y dichas capacidades son necesarias para llevar una vida en sociedad. Nos hacen capaces ante la socialización.
La sociedad no es algo impuesto para todos, sino que sobrevive en parte porque se entrelazan todo un conjunto de capacidades individuales destinadas a cubrir necesidades de dicha sociedad.
Fijémonos en nuestra "pequeña sociedad": en una familia todos tenemos nuestro papel a nivel afectivo, que varía según la evolución familiar, que no va a pasar por supuesto por encima de la evolución personal y afectiva de todos y cada uno de los miembros que la componen: padre<---->madre<---->hijos<---->abuelos<---->tíos.....
Lo cierto es que dentro del seno familiar se cubren necesidades de diversa índole, que se suelen dar injustamente por supuestas: comida, higiene, afecto, cuidados, comprensión, etc. Pero necesitamos más, ansiamos el reconocimiento por parte de los demás miembros de nuestra "microsociedad". Aquí sería cuando cabe recordar la importancia del término reciprocidad afectiva: sentimiento que compone por un lado la aceptación de que necesitamos a los otros y por otro lado, percatarnos de que necesitamos un reconomiento de aquello que hacemos por los demás. Si nos quedamos sólo en "lo que nos dan", o sólo en "lo que damos", habría una parte de nuestra vida que experimentaría un pequeño (o gran) vacío, o lo que es lo mismo, un sentimiento de soledad tremendamente negativo (porque físicamente no estamos solos, pero nos sentimos así aun estando rodeados de gente).
Por eso es tan importante hacer un balance óptimo acerca de:
1- Lo que uno mismo aporta a los demás.
2- Lo que los demás nos aportan a nosotros (incluso un hijo siendo todavía un bebé, ya te está aportando muchas cosas).
La sociedad no es mala, sino que en ocasiones somos personas con carencias en cuanto a emociones y sentimientos se refiere. Por no saber expresarlas o recibirlas. Por no dar a la empatía la importancia que se merece.
Por lo tanto, intentemos esclarecer punto por punto, todo lo mencionado:
1º) La sociedad está formada por distintos miembros, todos necesarios y ninguno imprescindible.
2º) Existen necesidades de todo tipo que necesitan ser cubiertas, y no solamente las (por otro lado mal consideradas) básicas o de subsistencia fisiológica.
3º) El pensamiento no debe ser unidireccional, es decir, no centrado en aquello que YO aporto, YO hago; sino bidireccional, o lo que es lo mismo, necesidad interrelacionada entre distintas personas.
Todo esto no es una utopía. Nuestra vida, en la mayoría de los casos no está regida por un "no tengo opción". Eso resulta ser un mero espejismo fruto de una educación absolutista basada en el todo o nada, que nos impide darnos cuenta de que las demás opciones que tenemos en la vida son perfectamente válidas y de hecho, probablemente necesarias para alcanzar la felicidad, sin sentir culpabilidad por la decisión tomada.
El ser humano tiene una considerable capacidad de reconstruirse a sí mismo, de cambiar. Y el cambio es algo que estamos experimentando constantemente. Tan sólo hace falta darse cuenta de que uno es el que elige la medida en la que se cambia.
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