domingo, 27 de marzo de 2011

ALTAS CAPACIDADES ¿EN QUÉ ESTAMOS FALLANDO?

El desarrollo de la comprensión de lo que supone ser una persona con altas capacidades intelectuales tendría que pasar en primera instancia por una concepción de inteligencia diferente de la que hoy en día se tiene. Las pruebas (por otro lado, en mi opinión mal denominadas objetivas) que hoy en día se vienen utilizando para medir las capacidades intelectuales de todo individuo, parecen fracasar a la hora de determinar "el grado de inteligencia" que posee una persona, al menos bajo la presunción de que en la ejecución de las pruebas sea tan determinante el factor tiempo de ejecución.

Necesito exponer una reflexión personal: a lo largo de la historia de la psicología (por otro lado, historia aun bastante corta) se ha venido hablando de distintos tipos de inteligencia (factor G, talentos específicos), de capacidad de memoria (a corto plazo o a largo plazo, episódica, semántica,..), se viene planteando la diferencia entre lo racional y lo emocional (como si existiera realmente la posibilidad de separar una cosa de la otra, la cabeza del corazón), y un largo etcétera de discusiones y debates a largo y tendido acerca de cómo podemos "entender" al ser humano. Pero en psicología, esto no resulta problemático, sino que además, puede ser enriquecedor. La discusión no es el problema. Ni tampoco es el problema de las teorías, sino de aquellos que las interpretan de una u otra forma, y ostentan, sino el poder, quizá sí el "prestigio", utilizándolas para seguir corroborando sus muy sesgadas hipótesis.

Cierto es que existen distintas funciones regidas desde distintas áreas del cerebro -con las correspondientes investigaciones científicas que así lo avalan-. Pero que podamos diferenciar entre componentes emocionales y componentes racionales, en el sentido de como si de 2 cuestiones totalmente opuestas se tratase, con su plena autonomía la una de la otra, no deja de ser una afirmación absolutamente aberrante. Parece que seguimos sin poder escapar de ese dualismo alma-cuerpo que nos lleva persiguiendo desde hace siglos.
Permítaseme el siguiente símil: nuestro cuerpo está compuesto por órganos, cada uno con su específica función (riñones, corazón, pulmones, estómago, hígado,..). Cada uno de ellos posee una función específica, y aparentemente distinta de la de los demás. Pero no sólo necesitamos todos y cada uno de esos órganos para subsistir, sino que además, la función que cada uno posee no la podemos entender sin el funcionamiento de los demás órganos. Así, si resulta que no funcionan correctamente los riñones, esto conllevará para el corazón un sobreesfuerzo tal, que tarde o temprano, también acabará fallando, lo cual a su vez, también repercutirá sobre los demás órganos, y así sucesivamente. Podemos concluir por lo tanto, que somos un todo. Como cuando uno se casa en régimen de gananciales y le dicen aquello de que todo lo adquirido a partir de ese momento, será poseído por cada uno al 50% indivisible, o lo que es lo mismo, inseparable materialmente hablando.
Ambos símiles podrán ser corroborados con una mayor exactitud por un médico o por un abogado respectivamente. Pero la esencia de todo esto se puede extrapolar al funcionamiento de nuestra mente: no hay nada más irracional, que intentar separar las emociones de la razón.

En parte, por este motivo nos cuesta tanto aproximarnos a una certera y eficaz definición de inteligencia.
Pero, ¿en qué estamos fallando? Desde luego, desde dos contextos fundamentales: el contexto social con sus prejuicios, y el contexto profesional, que en cierta forma sigue manteniendo dichos prejuicios.
Desde un punto de vista social, a nivel de calle, puede tener lógica que aquello que se desconoce, pueda generar un cierto recelo, o simplemente no interesa hasta que a uno le toca de cerca. Pero en un contexto profesional (entiéndase aquellas profesiones implicadas y encargadas de fomentar un óptimo desarrollo personal, educativo, psicológico y social de toda persona, bien sea niño o adulto) no hay excusa, ni mucho menos, lógica, para que exista este desinterés tan exacerbado por el tema de las altas capacidades intelectuales. Y se hace aún mucho más patente cuando las personas de las que hablamos, son menores, el futuro de nuestra humanidad.
Ahora bien, el futuro todavía no existe. Sólo hay presente, y ahora es cuando necesitamos trabajar sobre el tema desde un punto de vista más abierto. Así dejaremos de mantener afirmaciones tales como que "muchos alumnos con altas capacidades fracasan en el sistema educativo", y empezaremos por contra a darnos cuenta de que si alguien está fracasando, si alguien está fallando, somos nosotros como profesionales. Prafraseando a Vicenta Nieves: el único fracaso que existe es el del Sistema Educativo y el de los que lo conforman y no el del superdotado como se pretende hacer creer.

Para finalizar, recientemente he tenido acceso a un trabajo en mi opinión bastante interesante de M.D. Calero, M.B. García y M.T. Gómez, especialmente en el apartado referente a la detección de ACI, y cómo ha de afrontarse desde el sistema educativo. Este es el enlace: http://www.juntadeandalucia.es/educacion/portal/com/bin/Contenidos/PSE/orientacionyatenciondiversidad/orientacion/elalumnadoconsobredotacionintelectual/1181901879305_libro_el_alumnado_con_sobredotacion.pdf

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