sábado, 9 de julio de 2011

RACIONALIDAD VS. EMOTIVIDAD

En mi incansable recorrido por seguir demostrando la imposibilidad de separar ambas características de todo ser humano (racionalidad y emotividad), a veces sin quererlo me llego a topar con algunos artículos realmente interesantes, al menos a mi entender. La toma de decisiones más razonables, al menos en apariencia, se hallan profundamente cargadas de sentido netamente emocional, especialmente aquellas en las que nos hemos de plantear la elección entre varias posibilidades.
Pesa enormemente por un lado la sensación de estar siendo justo en relación a una consecuencia futura, y por otro lado, el papel de mediador que el lenguaje puede estar aportando ante la capacidad de sopesar entre varias posibilidades y la toma de decisión de la que creemos más correcta. Se entenderá mejor con la siguiente lectura que voy a proponer:

Este artículo concretamente pertenece a la revista "DESCUBRIENDO El Cerebro y La Mente" (nº 2 Septiembre 2005).

 "EN LA TOMA FINAL DE DECISIONES, LA RACIONALIDAD NO ES NUESTRO PRINCIPAL ALIADO"
Las personas basan su ‘conducta racional’ en esquemas mentales, que no son más que ejemplos hipotéticos de acción, obtenidos a partir de las experiencias pasadas en sus vidas, sean reales o imaginadas. Los seres humanos, para resolver los problemas de la vida diaria, nos basamos, entonces, más en conjeturas aprendidas, con una fuerte carga emocional, que en los reales principios de la lógica formal.
ImageMuy a menudo, nuestros comportamientos están determinados por elementos aparentemente secundarios e insignificantes, creadores de auténticas trampas mentales en las que caemos con suma frecuencia y facilidad. Estos módulos mentales se activan, tanto por la forma en que nos planteamos el problema, como por la percepción del riesgo que se corre. De las investigaciones en este campo, ha nacido la psicología de la incertidumbre, una disciplina que explica los aspectos más oscuros y desconocidos de las tomas de decisiones humanas.
Si bien la mayoría de los individuos que conforman la sociedad moderna, creen actuar siempre de un modo racional, la realidad es que, cuando se profundiza un poco en el origen de sus acciones, se ve con toda claridad que estas no lo son en absoluto.
Veamos dos ejemplos que contribuyen a confirmar esta afirmación:
Un general está acorralado por un ejército enemigo y es informado por uno de sus subalternos de que si no huyen cuanto antes caerán en una emboscada en la que probablemente fallezcan toda su tropa compuesta de 1.200 soldados.
El general tiene dos opciones a su disposición. Si toma la primera, 400 soldados se salvarán con seguridad, si toma la segunda, hay un tercio de posibilidad de que se salven todos y dos tercios de que no se salve ninguno. ¿Cuál es el camino que elegiría Ud. si fuera el general, primera o la segunda opción?.
Ahora veamos otra situación parecida. Otro general, que dispone de igual número de fuerzas, pasa por una experiencia similar. Debe elegir entre dos rutas de huída y si escoge la primera ruta, sabe que morirán unos 800 soldados, pero si toma por el segundo camino, hay un tercio de posibilidades de que no muera ninguno y dos tercios de que mueran los 1.200 soldados. ¿Qué  criterio, piensa usted, debería seleccionar según la lógica?
ImageCuando se plantearon estas dos preguntas a muchas personas, se observó que en el primer problema, la mayoría de los encuestados eligió la primera opción, que permitía salvar 400 vidas. Pero con respecto al segundo problema, la mayoría eligió la segunda opción, pues consideraron que es mejor jugarse a la suerte la vida de 1.200, antes de aceptar una pérdida segura de 800 personas.
Fue muy sorprendente, ya que se trataba del mismo problema, expresado de dos formas diferentes y eso hizo que las mismas personas llegaran a dos conclusiones opuestas. La crucial diferencia que condujo a conseguir este resultado, fue que el primer problema había sido planteado en términos de vidas salvadas y el segundo, en vidas perdidas.
Esto demuestra que incluso, ante situaciones que nos permiten hacer uso de un cálculo frío y lógico, las conclusiones a las que llegamos están fuertemente influidas por las palabras que se utilizan para plantear el problema, pues éstas nunca son emocionalmente neutras, e inconscientemente, guiarán nuestros razonamientos lógicos por los senderos invisibles que ellas seleccionan.

miércoles, 6 de julio de 2011

UNA CUESTIÓN DE ETIQUETADO

Nos estamos convirtiendo en consumidores natos. Consumidores de marcas, no de productos. La publicidad se encarga de recordarnos la importancia de no comprar sin ton ni son, o lo que es lo mismo, de no "conformarnos" con las denominadas marcas blancas, que a todas luces son de calidad muy inferior a otras marcas de renombre...al menos, inferior en cuanto al precio se refiere.
Pero menos mal que existen las campañas publicitarias para que no caiga en el olvido no sólo la importancia de decidirnos por una etiqueta determinada en detrimento de otras, sino además, que como sociedad "civilizada" y "avanzada" que somos, no podemos conformarnos con las necesidades básicas de todo ser humano. Hemos de ir más allá y ampliar horizontes...así como el abanico de necesidades. De esta forma, cuando una tiene la oportunidad de visitar algunos países, que no siguen esta dinámica de funcionamiento consumista, nos echamos las manos a la cabeza porque "los pobres no tienen ni grandes superficies en las que ir a pasar el fin de semana y gastarse los pesos" (¿¿??).

Pero no quisiera continuar en esta línea. Por un lado, estoy siendo consciente de la connotación irónica y casi políticamente incorrecta que está tomando. Por otro lado, mi pretensión no va encaminada en ese sentido. Pretendía tan sólo poner un ejemplo acerca de cómo estamos asimilando la necesidad de colocar a todo una etiqueta, y lo que es aún peor: que determinadas etiquetas son peores que otras.

SER O ENTENDER

Me preocupa el desinterés que en ocasiones nos invade acerca del conocimiento del porqué de las cosas que nos rodean. ¿Qué tiene más relevancia? ¿SER de una manera (en el sentido de actuación) o ENTENDER por qué hemos llegado a donde estamos (y somos)?
Desde mi punto de vista, la respuesta podría resultar una obviedad: ENTENDER, por supuesto. Fomentar la comprensión para poder ser partícipes del cambio de aquello que no nos gusta, tomando un rol activo frente a aquellas situaciones de la vida que nos competen y nos interesan. Se trataría de olvidarnos del "dejar que me hagan" y fomentar el "me apetece hacer", tomar las riendas de la vida, trabajar nuestra propia responsabilidad. No delegar en una pastilla lo que en realidad es asunto nuestro.

Pero este cambio tengo la  impresión de que va a requerir un tiempo, más o menos largo.... pero largo al fin y al cabo.

Cada vez que impartía un curso de "Control de la Ansiedad", acaba saliendo este tema especialmente porque comprobaba cómo diversas etiquetas estaban haciendo mella en las personas que las "padecían" sobre sus hombros (y en todo su ser). ¡¿Cómo poder tomar responsabilidad sobre uno mismo si resulta que soy "Vago",  "Nervioso",  "Depresiva", "Débil", ..."Enferm@"?!

Una etiqueta colocada en algún momento de nuestra vida (curiosamente, a veces incluso antes de nacer: "ya era inquieto hasta en la barriga") desde ámbitos informales, como la propia familia, o más formales, como la escuela o el trabajo, es un lastre que pesa. Y puede acompañarnos a lo largo de toda nuestra existencia si no ponemos remedio para deshacernos de él.
Y la forma más adecuada para deshacernos de este lastre es precisamente realizar un análisis introspectivo acerca de hasta qué punto tiene razón de ser seguir manteniendo esa condición como parte de nuestro carácter inamovible, o más bien se trata del resultado de focalizar la atención sobre aquello que hacemos y que tiende a confirmar dicha etiqueta. Por ejemplo, ¿a quién no le apetecería estar un día entero tirado en el sofá? Pues si lo hace un "Vago", interpretamos que lo hace porque es su condición. Si lo hace un "Trabajador", es porque lo necesita...¡pobrecito!. Sin embargo, es un deseo que puede tener todo ser humano en algún momento (y si no es así...debería de serlo ;-))

¿SOY UN ENFERMO O TENGO UNA ENFERMEDAD?

Este trabajo de etiquetado no sólo es impuesto, sino que además suele ser solicitado por la propia persona, como si se hiciese necesario poseer una definición externa de lo que somos para llegar a conocernos mejor a nosotros mismos. Quizá sea el resultado de una educación poco basada en fomentar la autonomía y el autoconocimiento. Hacer ver que te conozco mejor que nadie y actuar en consecuencia a esta creencia, más que preguntarte qué necesitas, qué te gusta, qué expectativas tienes, qué te desagrada, ...cómo sientes.

En la clínica no me gustaba decir el "nombre oficial" que podía ser concluído tras el proceso de evaluación (salvo petición de informe oficialmente). Prefería explicar qué pasaba, ejercitar la reflexión junto con la persona en cuestión los motivos por los que había llegado ahí (para deshacerse de lastre autoinculpatorio en muchas ocasiones) y de manera especial, trabajar lo único que sí que podemos manejar: nuestro presente. Esto se vuelve complicado, especialmente cuando ya viene con una etiqueta debidamente colocada por otro profesional (normalmente médico de familia), y más difícil aún si a esa etiqueta le van colocados apellidos tales como "crónico", "medicable" o "hereditario". Aún así, algunos que no habían sido previamente etiquetados, lo solicitaban voluntariamente. Y el problema no es tanto que soliciten "dime qué tengo", lo cual puede resultar lógico, sino que una vez dicho "eso que tienen", empiecen a comportarse conforme a lo que se supone que es una persona con dichas características.

No quiere decir esto que si no poseemos un nombre a lo que nos sucede, el problema deja de existir. Lo que sí puede resultar significativo es el cambio de actitud que se puede experimentar. Me explico. Yo tengo una enfermedad (con apellido "crónica"): asma. Pero no soy asmática. Sé que debo llevar conmigo el salbutamol por si acaso, pues lo suelo necesitar prácticamente a diario, que hay ejercicios de cierta intensidad que no me convienen y que más me vale no volver a retomar el hábito de fumar (abandonado ya hace casi 6 años). Pero esto no altera en realidad mi vida, porque no me comporto como una persona enferma, sino como una persona que tiene una enfermedad y actúa en consecuencia. He conocido a personas que con menos afectación física de esta enfermedad se comportan como auténticos mártires del sufrimiento. Y no merece la pena...la vida es para vivirla, no para sufrirla.


viernes, 1 de julio de 2011

BENEFICIOS DE LA LECTURA

HABLANDO EN CONFIANZA
Temporada 2010/2011
ÚLTIMO PROGRAMA


En el último programa de "Hablando en Confianza" de esta temporada, emitido ayer, me apetecía tratar este tema, especialmente por si ahora que empieza el verano, a modo de un nuevo propósito cara al buen tiempo, y aprovechando que hay más horas de luz, nace el intento de adquirir el hábito de la lectura para aquellos que aún no se hayan decidido. La lectura no es patrimonio exclusivo del intelectual o del "estudiado", como decía mi abuela. Es un bien común del que podemos disfrutar afortunadamente todos los mortales.

Y es que un día, leyendo un artículo a propósito de este tema en la revista "Mente y Cerebro", se me iluminó la bombilla (que aunque a veces parezca que tiene pocos watios, de vez en cuando se sigue encendiendo).

Parece de sentido común que la lectura como hábito, o como hobbie, nos reporta ciertos beneficios. Pero ¿cuáles? Da la sensación a veces de que se realiza la afirmación de que "es bueno leer", pero de la misma manera que se dice "hay que comer verdura" o "fumar es malo". Con esto se puede caer en el error de pensar que son frases hechas sin otro criterio más que el de utilizarlas para los niños y así que vayan adquiriendo hábitos beneficiosos para su salud. En cambio, como gran parte de las creencias que pululan alrededor nuestro a lo largo de la vida, si no les encontramos un fundamento, el porqué se hace necesario ingerir esas "5 raciones" de verdura o fruta al día (y por favor, si alguien entiende la cantidad o proporción que supone "una ración", que me lo explique) o leer de manera habitual (no sólo de vez en cuando, a modo de recordatorio, no vaya a ser que se nos olvide, como hablar un idioma), se corre el riesgo de llegar a creer que tan sólo es una leyenda urbana.

La lectura no sólo sirve para aprender más o saber mucho acerca de algo, tener mayor cantidad de información acerca de un tema o nutrir nuestro intelecto. Es un instrumento útil en nuestro desarrollo cerebral, y por lo tanto, vital.

Favorece el desarrollo cognitivo

Gracias a la lectura se favorece la estimulación de ciertas capacidades, como la percepción, la concentración e incluso la empatía. Cuando leemos un libro y nos adentramos en una historia en la que acontecen una serie de hechos y situaciones dispares, nuestro cerebro se activa de manera similar a cuando lo vivimos en la realidad y en primera persona. Así parece haber quedado patente en un estudio realizado en el año 2009 por la psicóloga Nicole Speer, de la Comisión Interestatal para la Educación Superior en Boulder. Cada individuo se introducía en el "tubo" del escáner, donde debían leer una historia (similar para todos ellos) y a la par se realizaba una RMN (resonancia magnética) gracias a la cual se obtenía el resultado de su actividad cerebral durante la lectura. Las conclusiones extraídas iban en el sentido anteriormente apuntado: la actividad cerebral era tan intensa como si dichos acontecimientos estuviesen sido vividos en la realidad.

Además, cuando leemos ciertas acciones descritas mediante oraciones complejas, su comprensión requiere cierta capacidad de representación. Es decir, hay muchos datos que no son descritos ni puntual, ni literalmente, así que hemos de complementar dichos detalles mediante nuestra experiencia e imaginación. Va más a allá de la deducción lógica e incluso de ese intento por adivinar lo que va a suceder en un futuro inmediato en base a unos datos o "pistas".
De hecho, el ser humano necesita poseer en su mente la información completa acerca de los acontecimientos que le son descritos, por eso se complementa todo aquello que falta, de lo que no dispone de manera inmediata, con información de propia cosecha. Ayer mismo, estando en el estudio de radio, explicaba cómo algunos oyentes me han dicho cuando me conocen en persona que no tengo "la cara que le corresponde a mi voz", porque tengo voz de chiquita joven, pero luego se nota que no lo soy tanto (¡menos mal que no soy mal-tomada!). Yeso probablemente se da porque al limitarse a oir mi voz por la radio, necesitan ponerle cara, complementarla con datos visuales para que tenga sentido.

Leer agudiza la astucia

Intentaremos exponer al menos 3 motivos para realizar tal afirmación, pero probablemente existan muchos más.

1) Descifrar palabras activa numerosas áreas cerebrales sobre todo en el hemisferio izquierdo. Al leer, el cerebro estimula las escenas ficticias en las que actúan los personajes.
Es decir, tal y como ya comenté en otro post de este mismo blog, aunque en referencia a otro tema (procesamiento en ACI), mediante la lectura, creamos una historia rica en contenido y significados, a la que aportamos gran cantidad de imaginación: datos visuales, auditivos, emociones, sentimientos... Por eso suele ser tan decepcionante ver una película basada en un libro que previamente hemos leído (a veces incluso del cual nos hemos empapado, absorvido). No sólo porque en ocasiones el guión puede llegar a cambiar el sentido original de la historia, sino además porque va a ser tremendamente difícil que emule y satisfaga nuestra riqueza imaginativa.

2) El entrenamiento en la lectura mejora la eficacia lectora (de niños y adultos), además de estimular el intercambio de información entre las distintas regiones encefálicas.
Retomemos el tema de la plasticidad neuronal (o cerebral). Con el ejercicio, se producirán un mayor número de sinapsis (conexiones interneuronales) y por lo tanto, poseeremos una mayor capacidad de desarrollo en determinadas áreas encefálicas.
Ahora bien, la lectura habría que seguir manteniéndola como un hábito. Cabe recordar que dichas conexiones, así como el incremento en el desarrollo de ciertas áreas, no se mantendrían estables: de desaparecer el hábito, volverían a niveles basales adaptándose a la nueva situación de inactividad.
Entendamos, por tanto, si se me permite el símil, que el ejercicio mental es al cerebro lo que el ejercicio físico a la musculatura. Se establece una relación en términos de proporción: a mayor ejercicio, mayor desarrollo; y a menor ejercicio, mayor "atrofia" (si no, que se lo digan al señor "negro negro" o Schwarzenegger para los amigos).

3) Las personas mayores que leen con mayor asiduidad, mantienen el intelecto en forma durante más tiempo, y también presentan menos síntomas de demencias.
Y de presentar algún tipo de demencia, ésta cursa de manera significativamente diferente, permitiendo una mejor calidad de vida.

Iniciarse en la lectura

Recomendaría ciertas cuestiones a todo aquel que le apetezca adquirir (o retomar) el hábito lector:
1) Indagar acerca de qué tipo de lectura es la que más le puede gustar. No vale cualquiera para iniciarse, sólo de manera especial aquel género que sea del agrado personal (sea el que sea). Quizá este punto es el que más se falla en ocasiones a nivel educativo.
2) No vale la obligación por imposición, sino por aceptación. O lo que es lo mismo, percatarse de que quizá requiera al principio algo de fuerza de voluntad, como la adquisición de la mayoría de los hábitos a los que no estamos acostumbrados, pero no es una obligación, sino porque realmente apetece hacerlo. De lo contrario, puede acabar generando más rechazo que placer.
3) Empezar poquito a poquito (centímetro a centímetro ;-)). Todos tenemos algún día "espeso". De esos que leemos un párrafo 10 veces pero no somos capaces de quedarnos con el contenido....pues no pasa nada. Mejor cerrar el libro e intentarlo otro día que forzar una situación y llegar a la errónea conclusión de que "uno no ha nacido para eso de la lectura".

Por lo demás, que disfrutéis del verano, de la playa o de la piscina para hacer desaparecer esos calores veraniegos....pero a la sombrita, y con un buen libro.

...y si a alguien aún le queda alguna duda de la importancia de la lectura (de libros impresos), le recomiendo este enlace enviado por mi amiga Laura Martínez: LEER NOS CAMBIA EL CEREBRO...MÁS DE LO QUE CREEMOS

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